lunes, 12 de enero de 2009

Verdugos privilegiados por occidente

Limpiando Gaza (16)

Hay que liberar a los palestinos de Hamas".

BERNARD-HENRI LEVY
El Mundo (Reenvia:
www.porisrael.org)

Dado que no soy un experto militar, me abstendré de juzgar si los bombardeos

israelíes de Gaza habrían podido ser más precisos y menos mortíferos.

Dado que, desde hace décadas, jamás pude distinguir entre buenos y malos

muertos o, como decía Albert Camus, entre «víctimas sospechosas» y «verdugos

privilegiados», también yo me siento horrorizado antes las imágenes de los

niños palestinos asesinados.

Dicho esto y teniendo además en cuenta que un viento de locura parece

haberse instalado en algunos medios de comunicación, una vez más y como

siempre cuando se trata de Israel, me gustaría recordar algunos hechos:


1. Ningún gobierno del mundo, ningún otro país más que este vilipendiado Israel,

arrastrado por el fango y demonizado, habría tolerado ver miles de

obuses caer, durante años, sobre sus ciudades. Y por lo tanto, lo más

importante del caso, el auténtico tema de sorpresa no es la «brutalidad» de

Israel, sino su enorme moderación.


2. El hecho de que los cohetes Qasam de Hamas y, ahora sus misiles Grad, hayan

ocasionado tan pocos muertos, no demuestra que sean artesanales o

inofensivos, sino que los israelíes se protegen, que viven enterrados en los

sótanos de sus casas en una vida de pesadilla, siempre en vilo, siempre

atentos al sonido de las sirenas y de las explosiones. Yo estuve en la

ciudad israelí de Sderot y lo pude comprobar.


3. El hecho que, en cambio, los obuses israelíes provoquen tantas víctimas

no significa, como bramaban los manifestantes de este fin de semana, que

Israel se haya lanzado a una «matanza» deliberada e indiscriminada, sino que

los dirigentes de Gaza optaron por la actitud inversa: exponer a su

población. La vieja táctica del «escudo humano» que pone en práctica Hamas,

tal y como hiciera Hizbulá hace dos años, instalando sus centros de mando,

sus stocks de armas y sus búnkeres en los sótanos de edificios, hospitales,

escuelas y mezquitas, es una táctica eficaz pero repugnante.


4. Entre la actitud de unos y de otros hay, dígase lo que se quiera, una

diferencia esencial y que no pueden ignorar los que quieran tener una idea

justa y cabal de la tragedia y de los medios para ponerle fin: los

palestinos disparan contra las ciudades, es decir contra civiles (y eso, en

el derecho internacional, se llama «crimen de guerra»), mientras los

israelíes apuntan a objetivos militares y ocasionan, sin quererlo, terribles

daños civiles (es lo que, en lenguaje militar, se llama «daño colateral»,

una palabra que, a pesar de ser odiosa, remite a una auténtica disimetría

estratégica y moral).


5. Dado que hay que poner los puntos sobre las íes, es necesario recordar un

hecho del que la prensa francesa apenas se hizo eco y del que, sin embargo,

no conozco precedente alguno, en guerra alguna ni por parte de ningún

ejército del mundo. Y es que, durante la ofensiva aérea, las unidades del

Tzahal llamaban por teléfono sistemáticamente (la prensa anglosajona habla

de 100.000 llamadas) a los habitantes de Gaza que vivían en los alrededores

de los blancos militares, para invitarlos a evacuar el lugar. Es evidente

que eso no evita la desesperación de las familias sin hogares, ni a las

vidas truncadas, ni las matanzas. Pero que el hecho sea así no deja de ser

un detalle significativo.



6. Tampoco es totalmente real ni exacto el famoso bloqueo integral, impuesto a

un pueblo hambriento, al que le falta de todo y que lo hunde en una crisis

humanitaria sin precedentes (sic). Los convoyes humanitarios nunca dejaron

de pasar hasta el comienzo de la ofensiva terrestre. Por el control de Kerem

Shalom, sólo el día 2 de enero, fueron 90 los camiones de víveres y de

medicinas que, según The New York Times, pudieron entrar en Gaza. Y sólo

evoco, para recordárselo a algunos (porque es algo habitual, aunque,

escuchando a esos tales, no lo parezca), que los hospitales israelíes siguen

recibiendo y curando, todos los días y al menos hasta el momento en que yo

escribo, a los heridos palestinos.


Esperemos que los combates cesen cuando antes.

Y esperemos que, cuanto antes también, los comentaristas vuelvan en sí.

Ese día descubrirán que Israel cometió muchos errores durante estos últimos años

(ocasiones fallidas, largo rechazo a la reivindicación nacional palestina, unilateralismo),

pero que los peores enemigos de los palestinos son esos dirigentes extremistas que

nunca quisieron la paz, que jamás quisieron un Estado y que sólo pensaron

para su pueblo en un Estado concebido como un instrumento de secuestro.

Lo demuestra la siniestra imagen de Jaled Meshaal del sábado día 27 de

diciembre, que, ante la inminencia de la respuesta israelí tan deseada, sólo

sabía exhortar a su «nación» a «ofrecer la sangre de más mártires». Y lo

decía desde su confortable exilio, desde su cueva de Damasco.

Hoy en día, una de dos. O bien los Hermanos Musulmanes de Gaza restablecen

la tregua que rompieron y, al mismo tiempo, declaran periclitada y sin

efecto un acta fundacional basada en el rechazo de la «entidad sionista». En

ese caso, se unirán al amplio frente del diálogo que, gracias a Dios, sigue

creciendo en la zona, y vendrá la paz. O bien se obstinan en seguir viendo

en el sufrimiento de los suyos únicamente un carburante para sus pasiones

recocidas, su odio loco, nihilista y sin argumentos. Y en ese caso, habrá

que liberar de las sombrías garras de Hamas no sólo a Israel, sino también a

los palestinos.

A continuación una demostración de lo que es Hamás:

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