domingo, 11 de enero de 2009

Mezquitas y catedrales

Limpiando Gaza (15)



Pilar (Gli amici di Georges (Brassens) )nos traduce este artículo que ha publicado en su blog Dolce far niente (publicado en italiano):


"Ese silencio en la mezquita de la plaza de la catedral"

Ved la foto de aquí arriba: es del sábado por la tarde. Mil, tal vez dos mil musulmanes ocuparon la plaza de la Catedral de Milán para protestar contra el raid israelí en Gaza, quemaron banderas con la estrella de David y después rezaron mirando a la Meca. Incluso ocuparon la iglesia. La Catedral tuvo que cerrar. Si un cristiano, admitiendo que aún quede alguno en circulación, hubiera querido entrar en la catedral para rezar, o para participar en la misa, tendría que haber renunciado. Lo mismo ocurrió en Bolonia, en la plaza Mayor, delante de San Petronio. También en otras ciudades de Italia y de Europa muchas plazas y muchas iglesias se transformaron en mezquitas improvisadas al aire libre. Mirad y tened presente un dato: es la primera vez que ocurre.

Pero, ¿por qué los musulmanes, para protestar contra la guerra en Palestina han escogido los lugares símbolo de la cristiandad? ¿Por qué no delante de un consulado israelí? ¿o americano? ¿Por qué para la plegaria, en lugar de una mezquita –hay muchas por todas partes- han escogido las catedrales como Milán, o la basílica más importante como en Bolonia?

Es una pregunta a la cual se pueden dar dos respuestas. La primera abonaría el campo para evitar cualquier interpretación: han ido frente a la Catedral y frente a San Petronio porque estas son las plazas principales de Milan y de Bolonia. Según una interpretación aún más benévola, además han querido buscar una solidaridad ideal con los cristianos, rezando al único Dios: en el fondo, alguien ha dicho, sobre la fachada de la Catedral está escrito “Mariae Nascenti”, y si un culto une a los católicos y a los musulmanes, éste es el culto mariano. La plegaria en masa sería así un acto de piedad, una reclamación de caridad en un momento de sufrimiento para el pueblo árabe.

Pero hay otra posible clave interpretativa, que es la de una ocupación simbólica. De un acto de arrogancia y, en fin, de violencia: en Milán los manifestantes –guiados por el imán de la calle Jenner, ya condenado por terrorismo- llegaron corriendo, sembrando el miedo, ocupando porla fuerza la plaza, ocupándola sin ningún permiso, obligando a la Catedral a cerrar de inmediato. ¿Dónde estarían, vistos los modos y los hechos, el respeto y la solidaridad con los cristianos?

Casi parece que, con esta acción tal vez coordinada en distintas ciudades, el mundo islámico haya querido lanzar una señal: vuestros lugares tradicionales de plegaria ahora son nuestros. Donde antes rezabais vosotros, ahora rezamos nosotros. Para el devoto musulmán los lugares, signos y símbolos tienen un valor bastante más profundo que el que les atribuimos nosotros los occidentales, ya ampliamente secularizados.
Puede darse que esta hipótesis de una ocupación simbólica sea un alarmismo exagerado. Permanece el hecho de que no se ve qué tienen que ver la Catedral y San Petronio con el raid israelí; y que nunca la plegaria colectiva se había llevado a cabo en el interior de las iglesias católicas. (No queremos ni siquiera imaginar qué habría escrito Oriana Fallaci. Habría hablado, como mínimo, de ultraje. Cuando comenzó a sostener sus tesis, se la hizo pasar por una poseída. Ahora hay muchos, en cambio, que temen que tuviera razón).

Pero la noticia verdadera, la que nos ha inducido – pasados ya dos dias- a “abrir” el periódico con la foto que habéis visto en la primera página, es la distracción, el desinterés, el deprimente silencio que ha acompañado las invasiones de la plaza de la Catedral y de la Plaza Mayor. Las rebajas y las colas en los outlets son mucho más importanes, en nuestro sistema mediático, que una Catedral transformada en mezquita.

Y esto es lo que nos da miedo. No los musulmanes, cuya agresividad en todo el mundo seguramente es más bien un signo de debilidad y de decadencia. Tenemos miedo de la ignorancia, de la vileza, de las contorsiones mentales de un Occidente que sufre infinitos complejos y sentimientos de culpa. De un mundo que para no ofender a los musulmantes suprime los pesebres, las referencias a Jesús en las canciones de Navidad y el jamón en las mesas de las guarderías: pero que no tiene nada que decir si la Catedral es obligada a cerrar. ¿Qué abríamos leído en nuestros periódicos si cuatro católicos tradicionalistas hubieran ido a rezar delante de la mezquita de Segrate?

Y el vacío de Occidente que asusta. El vacío de valores y de ideales que deja el campo libre a quien, al contrario, se nutre de un pensamiento fuerte y de un espíritu de conquista. No nos importa un pito renunciar al pesebre porque ya no creemos en la Navidad, como no creemos ya en nada: ni en una filosofía que no sea la de gozar de la vida, ni en una moral que no sea aquella de “yo creo que”. Occidente calla, frente al avance del Islam, porque no tiene nada que decir: la propia Iglesia parece renunciar a denudo, por miedo a quién sabe qué, a ser ella misma. Hay quien dice que esto es lo que nos salvará del Islam. Que los musulmanes al final serán derrotados, más que por lo que queda de nuestros valores, por el efecto contagioso de nuestros vicios. Y probablemente acabará así. Pero no antes de un enfrentamiento que será cualquier cosa menos breve e indoloro.

Michele Brambilla.

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