Dos artículos geniales, e indignados, sobre la pantomima de Durban II:
La vergüenza de Ban Ki Mun
Por Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona.
Reenvia: http://www.porisrael.org/
La vergüenza de Ban Ki Mun
Por Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona.
Reenvia: http://www.porisrael.org/
¿Cómo es posible que el hombre que ha organizado un congreso para negar el holocausto de millones de personas, que amenaza a otro país con destruirlo, y que es abiertamente antisemita, tenga la palabra en un foro sobre racismo, el mismo día en que justamente se conmemora la tragedia del holocausto? ¿Es cinismo? ¿Es maldad? ¿Es atontamiento? ¿Es apaciguamiento chamberliano? ¿Es inconsciencia?
Estoy por pensar que ha sido una broma monumental, uno de esos happenings que tanto color pusieron a la adolescencia flower de muchos de nosotros. Es decir, estoy por querer pensar que todo lo que ha ocurrido en Ginebra no ha sido la consecuencia inevitable de una cadena de monumentales irresponsabilidades por parte del alto comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, sino un inocente desliz, tintado de humor negro. Estoy por querer pensar todo ello, porque no quiero pensar que la ONU se haya convertido en una caricatura tan lamentable de sí misma.
¿Qué diría Eleanor Roosevelt de la ONU actual, ella que tanto luchó por conseguir un organismo que preservara el derecho internacional, y que incluso presidió el comité que redactó la Carta de Derechos Humanos? ¿Qué dirían todos aquellos que, al albur de una nueva era, creyeron que este organismo ayudaría a consolidar la libertad y la democracia en el mundo?
Si ese fue el objetivo, se ha hecho añicos durante décadas de dar voz a dictaduras feroces, demostrar una absoluta incapacidad para defender a las víctimas, e incluso enseñar la patita antisemita. Hace años que la ONU no es la esperanza blanca del derecho internacional, sino el altavoz privilegiado, desde donde sátrapas de cualquier pelaje proclaman sus delirantes ideas. Atrapada en una Asamblea General repleta de dictaduras, sus intentos por parecer neutral no llegan ni a simulacros. A pesar de todo ello, a pesar de haber llegado a tener al mismísimo Gadafi de presidente de la Comisión de Derechos Humanos, y a pesar de otras tantas alegrías parecidas, aún sorprende que se puedan cometer estas irresponsabilidades en una cumbre contra la intolerancia. O es una broma de mal gusto, o sencillamente la ONU ha perdido completamente el rumbo.
¿Cómo se explica, si no, que a una cumbre para luchar contra el racismo y la intolerancia, se invite al presidente de una dictadura fanática, que condena a muerte a homosexuales y a disidentes, que esclaviza a las mujeres, que ha sido señalada por la justicia como responsable del atentado de Amia, en Buenos Aires, que causó la muerte de 85 personas, y que financia grupos terroristas? ¿Cómo es posible que el hombre que ha organizado un congreso para negar el holocausto de millones de personas, que amenaza a otro país con destruirlo, y que es abiertamente antisemita, tenga la palabra en un foro sobre racismo, el mismo día en que justamente se conmemora la tragedia del holocausto? ¿Es cinismo? ¿Es maldad? ¿Es atontamiento?
¿Es apaciguamiento chamberliano? ¿Es inconsciencia? ¿Qué pensaba la ONU que ocurriría si se daba la palabra, en plena Europa, en el mismísimo día del Holocausto, a un islamofascista responsable de los discursos judeófobos más malvados de la actualidad? ¿Qué pensaban los países que acudieron a la cumbre? ¿Que el hombre se portaría bien, plancharía su camisa y su conciencia, hablaría de forma razonable y se volvería un demócrata de toda la vida? ¿Que las mujeres iraníes ya no sufrirían ningún apartheid? ¿Que estaríamos ante el milagro de Fátima, en versión reloj de cuco? ¿Que Ahmadineyad no se llevaría un éxito de propaganda para su casita? ¿Qué pensaba el bueno de Benedicto XVI, dando la bendición a una cumbre donde ideólogos de la intolerancia tendrían altavoz de lujo?
La verdad es que la situación es tan disparatada, que sólo cabe dar la razón a Martin Luther King cuando dijo aquello de que "nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda". En este caso, además, se trata de una estupidez reiterada, porque el primer Durban, en el 2001, ya fue un auténtico festival antisemita, denunciado por muchas organizaciones de derechos humanos, como el Centro Simon Wiesenthal, absolutamente escandalizado por el odio antijudío que pudo respirar en la cumbre. Repetir Durban con los mismos esquemas, y además invitando a algunos de los dictadores más notables del planeta, sólo podía llevar al fracaso de la cumbre y al ridículo de la ONU. Y el fracaso es lo mejor que podía pasar, porque la otra opción habría implicado que se dieran por válidos este tipo de interlocutores, y este tipo de discursos. Es decir, o el ridículo y el fracaso; o el éxito de la intolerancia. Realmente la ONU se ha cubierto de gloria.
Capítulo aparte merece la actitud de España, país que promueve una pomposa alianza de civilizaciones y que está en la cumbre, sin dar muestras de querer abandonarla. En este caso, ninguna sorpresa, porque el Gobierno español participa de la delirante idea de pensar que la alianza entre civilizaciones es una alianza entre gobiernos democráticos y algunas bonitas dictaduras, cuyo carácter islámico les da la pátina multicultural. Es decir, lejos de entender que la civilización islámica está entre las mujeres y hombres musulmanes que luchan por sus derechos, y que ellos son los interlocutores válidos, nuestra Moncloa se dedica a hablar con aquellos que los oprimen. ¿Es eso la civilización? ¿O es la enésima empanada mental del muticulturalismo mal digerido? La misma indigestión que inspiró la vergüenza de Durban, el fracaso de Durban II y el ridículo de la ONU. Así les va a los derechos humanos.
Gentuza en Ginebra
Por Hermann Tertsch
ABC.ES
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LO habían advertido muchos. El Conde Lambsdorff, un liberal de sólida estirpe antitotalitaria, ya había dicho que hay sitios a los que no se puede ir a juntarse con gentuza. Y que las buenas intenciones, incluso sinceras, no compensan las peores compañías. No hace falta ser un gran estadista para saber que sólo se puede ir a disfrutar con delincuentes con plena garantía del incógnito. Y aquí, en el caso que nos ocupa, no existe. No existe el incógnito, ni las putas divertidas, ni los delincuentes ingeniosos. Es decir, hay timbas a las que no se debe acudir aunque las convoque la ONU, que siempre demuestra su vocación a organizar turbias reuniones de esta calaña. Por eso, una serie de países sensatos y decentes dijeron que ni se acercarían por la llamada nueva ronda de la cumbre contra el racismo que comenzó en su día, hace años, en Durban, y hoy es un absoluto aquelarre de los países más totalitarios para orquestar sus odios y fobias en contra de las democracias occidentales. Que por supuesto son las que acaban pagando la factura. Faltaría más. Allí estaban y están todos los titiriteros de las Naciones Unidas que viven del dinero ajeno y convierten a Cuba, a Zimbabue y a alguna otra república grotesca en tribunal de buenas costumbres. Parecen una reunión de los cineastas de nuestra Zeja-Zeta Total. Todo lo peor en perfecta armonía. Dictadores, rufianes, trileros e impostores, todos brindando por un mundo feliz que no logra ser porque lo incomodan los demócratas, la libertad y la información. Y quienes logran impedir tener que pagarles la factura de la fiesta. La Cumbre contra el Racismo se ha convertido en unos Premios Goya a lo bestia. Nunca mejor dicho.
Esta vez la astracanada se ha producido nada menos que en Ginebra -donde por cierto todos los paganos pagarán más por las camas y las dietas y las copas de los delegados participantes-. De países en los que se ahorca a los homosexuales sin que a don Pedro Zerolo le merezca una queja. Y en los que se lapida a las mujeres por una mera sospecha sin que a la retahíla de plañideras gubernamentales españolas les provoque un mero sonrojo. Son los países amigos del progresismo cañí. Aquí destruyen vida, prestigio y hacienda de cualquiera acusado por la mera palabra de quien pueda demostrar portar vagina. Allí saludan, besan, financian y jalean a quienes tratan a las mujeres como animales de carga u objetos directos de tortura. Aquí hay que volcarse a acusar a algún concejal imbécil de la oposición que piropea con grosería a alguna mujer. Pero después se baila el aurresku de la armonía con el fanático y asesino de Ahmadineyad y con él se cocina la paella de la alianza de las civilizaciones que pagamos los contribuyentes españoles para mayor gloria de una serie de políticos inanes que viven de esto. Y de tanto payaso acompañador que acaban llamándose todos Mayor Zaragoza o Al Gore.
Alemania, Holanda, Polonia e Italia y algunos otros países con gobiernos decentes, decidieron no acudir a la Cumbre de Ginebra porque se temían lo que ha sucedido. Otros se levantaron ayer. Podían haberlo previsto. Allí, las teocracias, las dictaduras y las satrapías más corruptas se han deleitado en acusar de racistas a los países occidentales democráticos que más gente de otras razas trata como a seres humanos y les da el bienestar y la protección que sus países de origen les niegan. Tiene gracia que países con la misma autoridad moral de Josu Ternera se erijan en jueces sobre moralidad y ecuanimidad. Tiene triste gracia que juzguen precisamente los países de donde la gente se intenta fugar y no aquellos que la gente busca como salvación para ellos y sus hijos. La tropa de sinvergüenzas que las Naciones Unidas ha reunido para hablar de lo que deberían callar no tiene nombre. Todavía busco nombres de aquellos que quieran huir de Israel, de Estados Unidos, de Francia o Alemania. Tengo una larga lista de quienes quieren huir y nunca volver a toda esa caterva de países que osan dar consejos en Ginebra.
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