Hoy es miércoles, el día D. La sala Conservas de Barcelona recibe la visita de juglares y trovadores necesitados de asesoría jurídica para burlar el archiconocido canon. Pasa todas las semanas; un abogado responde a bajo precio a las dudas del dueño de un karaoke en Las Ramblas, un bar de Chueca o una tienda de Teruel. Veinte euros por barba. “Un precio simbólico para cubrir los servicios del abogado”, dicen ellos.
¿Y quién son ellos? Se hacen llamar EXGAE, dicen ser unos 8.000 miembros y se presentan a la sociedad como “una entidad especializada en librar a los ciudadanos de los abusos de las entidades de gestión como la SGAE”. Son el azote de aquellos que pretenden aprovecharse de la incultura popular. Es más, pretenden plantar cara al paletismo.
Por ello abogan por una cultura libre basada en el copyleft o, lo que es lo mismo, apuestan por el desplome forzoso de la industria cultural: “Abogamos por la caída de un sistema cultural basado en monopolios. Creemos que el acceso a la cultura debe ser libre, no limitado por el pago. Eso garantizaría el acceso generalizado a los productos culturales”, afirma Elena Fraj, miembro de la plataforma horizontal y profesora de Arte en sus ratos libres.
“¿Qué hace alguien como usted en una entidad como ésta?”, se le pregunta. “Mi objetivo es que mis alumnos, futuros creadores, sepan que no tienen por qué dejar sus obras en manos de entidades de gestión como la SGAE”, responde ella. “¿Cuál es vuestra opinión sobre la susodicha entidad de gestión?”, le preguntamos. “Es una asociación privada que gracias a la legislación del copyright, que en parte crean ellos presionando al Gobierno con su infinito poder, abusan de los que programan la cultura, de los que la hacen y de los que la consumen”, replica Elena.
Nos cuenta algún ejemplo. Marc Sempere, cineasta, actor, músico y escritor que pertenece a la EXGAE elaboró la banda sonora de una película y la SGAE cobró a todo aquel que la utilizó posteriormente el dichoso canon sin que Sempere perteneciese a la entidad. Palabra de profesora de arte. Se supone que la razón de ser de la EXGAE es evitar estos abusos y democratizar la cultura. Para ello abogan por la modificación de ciertos preceptos legales y el cumplimiento escrupuloso de los ya establecidos. “La SGAE comete constantemente fraudes, cobra a gente que no sabe que en realidad no ha de pagar el canon, acumula muchas denuncias de este tipo y las formas que tiene de repartir los ingresos siguen resultando oscuras”, sostiene Fraj.
Lo de democratizar la cultura resulta para ellos más sencillo. Se ríen de las campañas antipiratería del ministerio descargando el e-mule en sus ordenadores. “El copyright es la herramienta más poderosa de las grandes majors. Ganan más dinero con el merchandising que con la propia película. Nosotros creemos en la cultura libre”.
-¿Y si alguien piensa que no sois más que un grupo de artistas incapaces de vender un disco, una película o un libro sin distribuirlo gratuitamente?
-Nuestra forma de ver las cosas ayuda a la gente que empieza a promocionarse gratuitamente, a venderse. A partir de ahí, se cada uno puede pensar lo que quiera. Pero lo que pretendemos ante todo es un modelo más justo; una cultura para todos.
¿Y quién son ellos? Se hacen llamar EXGAE, dicen ser unos 8.000 miembros y se presentan a la sociedad como “una entidad especializada en librar a los ciudadanos de los abusos de las entidades de gestión como la SGAE”. Son el azote de aquellos que pretenden aprovecharse de la incultura popular. Es más, pretenden plantar cara al paletismo.
Por ello abogan por una cultura libre basada en el copyleft o, lo que es lo mismo, apuestan por el desplome forzoso de la industria cultural: “Abogamos por la caída de un sistema cultural basado en monopolios. Creemos que el acceso a la cultura debe ser libre, no limitado por el pago. Eso garantizaría el acceso generalizado a los productos culturales”, afirma Elena Fraj, miembro de la plataforma horizontal y profesora de Arte en sus ratos libres.
“¿Qué hace alguien como usted en una entidad como ésta?”, se le pregunta. “Mi objetivo es que mis alumnos, futuros creadores, sepan que no tienen por qué dejar sus obras en manos de entidades de gestión como la SGAE”, responde ella. “¿Cuál es vuestra opinión sobre la susodicha entidad de gestión?”, le preguntamos. “Es una asociación privada que gracias a la legislación del copyright, que en parte crean ellos presionando al Gobierno con su infinito poder, abusan de los que programan la cultura, de los que la hacen y de los que la consumen”, replica Elena.
Nos cuenta algún ejemplo. Marc Sempere, cineasta, actor, músico y escritor que pertenece a la EXGAE elaboró la banda sonora de una película y la SGAE cobró a todo aquel que la utilizó posteriormente el dichoso canon sin que Sempere perteneciese a la entidad. Palabra de profesora de arte. Se supone que la razón de ser de la EXGAE es evitar estos abusos y democratizar la cultura. Para ello abogan por la modificación de ciertos preceptos legales y el cumplimiento escrupuloso de los ya establecidos. “La SGAE comete constantemente fraudes, cobra a gente que no sabe que en realidad no ha de pagar el canon, acumula muchas denuncias de este tipo y las formas que tiene de repartir los ingresos siguen resultando oscuras”, sostiene Fraj.
Lo de democratizar la cultura resulta para ellos más sencillo. Se ríen de las campañas antipiratería del ministerio descargando el e-mule en sus ordenadores. “El copyright es la herramienta más poderosa de las grandes majors. Ganan más dinero con el merchandising que con la propia película. Nosotros creemos en la cultura libre”.
-¿Y si alguien piensa que no sois más que un grupo de artistas incapaces de vender un disco, una película o un libro sin distribuirlo gratuitamente?
-Nuestra forma de ver las cosas ayuda a la gente que empieza a promocionarse gratuitamente, a venderse. A partir de ahí, se cada uno puede pensar lo que quiera. Pero lo que pretendemos ante todo es un modelo más justo; una cultura para todos.
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