Por Egon Friedler
Mundo Israelita
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Buena parte del mundo está enojada con el Estado de Israel y tiene razón. Su reciente ataque a Gaza constituyó una violación flagrante del “Tratado de Sacralización del Derecho de Agresión” firmado solemnemente por todos los países del mundo el 1 de setiembre de 1939. Desde ese momento decisivo para la paz y el bienestar del mundo, ningún país cuestionó el derecho de los agresores a enojarse militarmente con sus víctimas. Países como Alemania, Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, China, Vietnam, Camboya, Corea del Norte, Irak y muchos más han dado repetidas pruebas de ser consecuentes seguidores de este pacífico método de arreglar el mundo. Más aún, para celebrar debidamente su “sacralización del derecho de agresión” reconocidos redentores de la humanidad como Stalin, Pol Pot y Mao Tsé Tung, solo superados por un ilustre alemán llamado Adolf Hitler, ayudaron a millones de sus compatriotas a vivir este derecho bajo tierra, un lugar indudablemente muy tranquilo.
Los numerosos gobernantes críticos de Israel, que seguramente habrían disfrutado del privilegio de que su población civil sea atacada sistemáticamente por un país vecino, tienen un incuestionable derecho moral a indignarse cuando precisamente Israel toma la insólita decisión de defenderse cuando es atacado. Esa conducta ofensiva contra la moral no puede ser tolerada. En un mundo de paz y de amor como el nuestro hay un amplio margen de comprensión para las diferencias culturales. Por ejemplo, el legítimo afán de difundir el Islam mediante bombas de explosivo valor proselitista, pedagógicos suicidios en masa no deseados, el pintoresco afán de matar infieles y el legítimo deseo de democratizar la democracia a tal extremo que deje de serlo.
En cambio ¿ cómo es posible que Israel se permita responder con la violencia a la violencia a tan solo ocho años de agresiones contra su población civil? Lo menos que debía esperar es un plazo prudencial de un cuarto de siglo. Es lo que habría hecho el angelical jefe de gobierno de España, Rodríguez Zapatero, quien seguramente habría acogido con comprensión y respeto ataques de la ETA a su país desde Portugal.
Después de todo, resulta indignante que Israel justifique sus actos invocando las intenciones de los esforzados filántropos de Hamas. Es necesario tener en cuenta que lo único que esa benemérita organización islámica desea es exterminar al Estado de Israel. Al fin y al cabo, esta aspiración no es algo nuevo. Ya a mediados del siglo XX la humanidad conoció una experiencia de este tipo, que incluso se hizo muy famosa, tanto que ya es posible decir que nunca existió para volver a repetirla. ¿ Porqué los judíos se molestan tanto por una experiencia que después de todo, ya conocieron? Todos y cada uno de los críticos de Israel habría aplaudido los generosos deseos de un país vecino empeñado en borrar a su país de la faz de la tierra. Es cierto, se trata de un gesto de buena voluntad un tanto curioso y no muy común. Pero ese no es un motivo para andar con tanques y con aviones como lo hizo Israel frustrando el legítimo derecho de Hamas de agredirla. ¿ Acaso Rusia anda con aviones y con tanques en Chechenia? ¿ Acaso la OTAN en Afganistán anda con aviones y con tanques? No. Vivimos en un mundo de paz y de amor, de entendimiento y buena voluntad, en el que los agresores se aburren de agredir porque los agredidos no responden. ¿ Acaso alguien oyó hablar recientemente de alguna guerra? No. Vivimos en un mundo perfecto y fraternal, en el que solo existe la convivencia pacífica como lo prueban a diario lugares de convivencia fraternal como Irak, Afganistán, Pakistán o Somalia, donde partidarios de la pacífica doctrina de la guerra santa islámica organizan con conmovedora diligencia una constante corriente de turismo hacia un mundo mejor. Es cierto que buena parte de ese turismo es involuntario.
¿ Pero qué es lo que no se hace por una buena causa? Después de todo, muchos de los esforzados organizadores de esa corriente turística, reciben una adecuada retribución : el encuentro con 72 vírgenes en el paraíso. De lo que se trata después de todo es llevar adelante una justa revolución, eso sí, que sea de izquierda y progresista. Y cabe preguntarse ¿ existe algo más progresista que el lapidar a las mujeres adúlteras, impedir que las mujeres trabajen, estudien o vayan a la universidad, cortar la mano a los ladrones, prohibir la música, ahorcar a los homosexuales y dividir democráticamente al mundo en fieles e infieles? La respuesta categórica es NO, porque de lo que se trata es de preservar la armonía. Por ello, se requiere un especial rigor contra Israel, un rigor que sería un error aplicar en relación a cualquier otro país. ¿ Porqué? Muy sencillo. Para dar plena expresión al profundo amor a los judíos que ha exaltado a la humanidad desde siempre y que ha producido hechos tan relevantes como la Inquisición y el Holocausto, ambos, oficialmente condenados pero secretamente añorados en la mayor parte del mundo que suele llamarse civilizado.
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