sábado, 14 de junio de 2008

Lengua idiota


Lengua idiota
Acabará este pobre país hablando como Aído y Zapatero. No es sólo estúpido; es trágico sueño totalitario
Gabriel ALBIAC (www.larazon.es)

En la radio, Gregorio Salvador, muy enojado, responde a la solemne analfabeta que reclama incluir en el Diccionario «miembra» y otras colaterales gilipolleces. -«Una estupidez», sentencia secamente el académico. Nada que añadir. Estupidez es la única definición que cuadra a quien pretende someter la lengua a dictados de corrección política. La lengua nos hace; nosotros no la hacemos a ella. Y la historia del siglo veinte nos enseñó que no hay estupidez -y aún menos, si es política- que no enmascare un horror.
Me ha venido, de inmediato, a la memoria el recuerdo de Victor Klemperer. En 1933, Klemperer era catedrático de filología en la Universidad de Dresde. Llevaba años trabajando en una de esas exhaustivas tesis doctorales que requieren el encierro de una vida entre los muros de la biblioteca. Luego, Hitler ganó las elecciones. Y el judío Klemperer empezó a ser mirado como un embarazoso estorbo por sus arios colegas. Enseguida, las leyes raciales: Klemperer perdió cátedra y amigos. Perdió -es más grave- el derecho a pisar las bibliotecas públicas. Cualquier proyecto académico se esfumaba. A la espera de someterlo a un tratamiento más enérgico, Victor Klemperer era, de entrada, condenado a morir intelectualmente: a embrutecerse.
Poco remedio había para tal sentencia. ¿Qué es un filólogo sin libros? Nada. Casi. Klemperer atisbó un resquicio en el cual ocupar su saber académico. La lengua común generada por los socialistas nacionales lo envolvía. Nada -nadie- podía evitarle el contacto con aquella horrenda jerga. En esa lengua se estaba produciendo una estrafalaria -y fascinante- deriva: la forja de una lengua oficial, que desplazara a la existente. Muy pronto entendería Klemperer que aquella potestad para imponer criterios lingüísticos, léxicos, retóricas y aun caligrafías, era el arma más potente con que los socialistas nacionales de Hitler contaban para tallar la servidumbre en cada mente; fijando el campo de lo que puede o no ser dicho. Fue entonces cuando dio a aquello nombre sarcástico y certero: LTI, «Lingua Tertii Imperii», la lengua del tercer Reich, del tercer imperio. No era una operación lateral al genocidio; era su vehículo. Porque «el lenguaje del vencedor no se habla impunemente. Ese lenguaje se respira, y se vive según él». Hablar la lengua de los socialistas nacionales es ya haber aceptado Auschwitz.
Una ministra dicta a la Academia qué debe figurar en el Diccionario. Que la ministra sea analfabeta nada cambia. Igual sería la abominación con alguien menos iletrado. Es una estupidez. Estupidez totalitaria, para ser precisos. Emitida por la jefa de una institución tan orwelliana como esa que se llama «ministerio de la igualdad», a la espera de sus gemelos ministerios «de la verdad» y «la paz». Una estupidez que se infiltra hasta el refugio último de la intimidad, que cualquier totalitarismo juzga prioritario someter a su mando. No hay totalitarismo si no hay «neolengua»: esa pantalla de palabras que hace lo horrible luminoso.
Todos seremos idiotas. Todos hablaremos como Aído y Zapatero. «El lenguaje es del vencedor». Y aquí vencieron lo necios.

Una ministra, mujer y joven.Y con buena pinta. Y medio paisana. Me parece estupendo. Por desgracia, en vez de dedicarse a hacer cosas serias e importantes que callen la boca a los típicos machistas que menosprecian a las mujeres, a los carcas que creen que una persona joven no puede estar cualificada, a los que piensan que Andalucía solo produce pelotas y analfabetos, a los rancios que creen que la inteligencia solo se puede ocultar tras la fealdad, .... en vez de eso ha ido a lo fácil, se ha dedicado a repetir consignas políticamente correctas, a meterse en berenjenales idiotas con el lenguaje. Con esas pamplinas le da la razón a todos los que se echaban las manos a la cabeza ante su nombramiento. Es una pena.
Albiac ve una intención totalitaria tras la polémica. Yo solo veo idiotez y una oportunidad perdida.

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