MÓNICA FOKKELMAN SAL EMERGUI (Viena Jerusalén)
Con la madera de la finca, expoliada a una familia hebrea, el antisemita austriaco Haider pagó su carrera política. Ahora es también su tumba. Localizamos en Israel a la verdadera heredera del Valle de los Osos. En el Valle de los Osos, una finca de 1.600 hectáreas que los Haider poseen en la sureña provincia de Carintia (Austria), ya no habrá cámaras ni flashes. Aquella vez, Jörg Haider se trajo un imponente oso, de nombre Kenny, con el que posó delante de la puerta de su casa, encandilando a medio país con su bravura. Atrás han quedado los tiempos de risas y jolgorio, de reuniones familiares y alboroto político. Hasta la capilla de San Miguel, situada en un rincón de la finca, parece más endeble que nunca. Desde ayer guarda las cenizas del que fue su amo, Jörg Haider, 58 años, el líder de la extrema derecha austriaca que se mató hace ocho días cuando conducía borracho su Volkswagen Phanton a más de 140 Km/h.
No es la primera vez que el Bärental —como llama a este valle alpino de 6,5 kilómetros de longitud— llora la pérdida de un dueño. La primera fue en 1938, cuando la anexión de Austria al Tercer Reich. El judío rumano Giorgio Roiser, su esposa Matilde y sus tres hijos habían hecho de esta hermosa finca su hogar, adquirida allá por los años 20 del siglo pasado. Noemi, hija de Giorgio, recordaba tiempo atrás los apacibles días de juegos infantiles al amparo los Alpes. Hasta que llegaron los nazis, expropiaron la hacienda y obligaron a los Roiser a marcharse de sus tierras. Mientras la familia huía al exilio, aquel paraíso pasaba a manos del ario Wilhelm Webhofer, del partido nazi. Se sabe que pagó 300.000 marcos alemanes de entonces, una cantidad ridícula que de ningún modo correspondía al valor real de la finca.
Finalizada la II Segunda Guerra Mundial, Matilde Roiser, ya viuda, pidió que le devolvieran sus tierras. Fracasó. Ni la mediación del Congreso Mundial Judío pudo torcer el destino. Tan sólo logró recibir una compensación económica de 120.000 dólares que le fue entregada en 1954 por Wilhelm Webhofer, un tío-abuelo lejano del ultraderechista recién fallecido tras estrellar su coche contra un muro. Se murió multimillonario. Había heredado, en 1983, el Valle de los Osos, las tierras compradas, hacía 28 años, por su tío-abuelo. A pesar de la larga sombra del expolio judío —las leyes nazis prohibían a los judíos poseer tierras o inmuebles—, aquellas tierras alpinas se convierten en el santuario de los Haider. Aunque nunca hubo paz entre los antiguos dueños del Valle de los Osos y los nuevos amos ultras.
Noemi Merhav, hija de aquel judío-rumano al que los nazis le robaron la finca, jamás perdió la esperanza de recuperar las tierras de sus antepasados. Crónica la ha localizado en su casa de la ciudad norteña de Haifa (Israel). «¡Qué Haider ha muerto? No tengo nada que comentar», suelta de entrada la judía de 81 años, frágil de salud pero lúcida de mente.
LA HUIDA
La anciana, aunque intenta olvidar, no puede. «Mi padre compró aquel bosque, donde había un gran aserradero. Comerciaba con madera desde la ciudad italiana de Pisa, en la que vivíamos. Tras su muerte y ante el auge del nazismo alemán y el fascismo italiano, mi madre [Matilde Roiser] nos llevó a Israel, que entonces era Palestina bajo mandato británico…».
Con la venta de aquella madera de los Roiser, el ultraderechista Haider financió años después buena parte de su fulgurante carrera política. Pero Noemi no guarda rencor. Se siente victoriosa. No por la muerte de Haider, sino por haber sobrevivido. «Me robaron pero no me mataron. Conseguí formar una familia, trabajar y vivir en Israel. Toda una victoria contra los nazis y su plan de exterminio», remacha orgullosa la anciana desde su residencia en el Monte del Carmel. Lejos de aquella finca familiar en la que ella jugaba de pequeña, valorada en 15 millones de euros, donde hoy descansa el antisemita y xenófobo Haider.
CUMPLEAÑOS INFELIZ
Lo que más le gustaba a su esposa Claudia era hacer de anfitriona en el Valle de los Osos. Los pocos ratos que ella y Jörg pasaban juntos transcurrieron siempre en la finca de su alma, adonde Haider se dirigía el pasado sábado, 11 de octubre, en vísperas de una fiesta familiar con motivo del 90 cumpleaños de su madre, Dorothea Rupp. Iba al volante de su coche oficial. Con tres veces más alcohol en las venas de lo permitido. Lo había ingerido durante una intensa velada festiva en la discoteca El Cabaret, no muy lejos de su destino. Cuatro litros de cerveza y 142 Km/h hicieron el resto. «Se ha derrumbado el sol en Carintia», dijo uno de sus compañeros de fatigas al enterarse de su muerte.
Paradójicamente, a Haider nadie le prohibió subirse a su coche a pesar de su borrachera. Muchas voces callan pero la rumorología sigue su curso. Algunos incluso han llegado a insinuar un atentado del Mossad, los servicios secretos de Israel.
Hay silencio en el Valle de los Osos. Claudia, 51 años, administradora de la finca a la que se dirigía su difunto marido, tendrá a partir de ahora más cosas que callar. De ella se sabe que siempre ha sido muy dada a relatar la legendaria historia del valle desde el medioevo hasta nuestros días. Verdad a medias. Durante sus visitas guiadas por la finca ha omitido siempre la lúgubre penumbra del expolio. En su lugar, ha preferido destacar la «bondad» de su esposo, Haider, por mantener intacto el paraíso robado. Un barniz que ha funcionado a las mil maravillas entre la población austriaca más reaccionaria, que veía al ultra como una especie de antidepresivo. Un camaleón que cambiaba de chaqueta según le dictaba el instinto. Un día se presentaba como la encarnación de Margaret Thatcher y al siguiente como el icono de la extrema derecha europea. «No sé cómo uno puede llamarse Ariel [en referencia a Ariel Muzicant, presidente de la Comunidad Judía de Austria], teniendo tanta mierda en las manos», fue una de sus numerosas e históricas proclamas que lograron sacar a los austriacos de su letargo político. Ese era el Haider del que la anciana Noemi Nerhav no quiere oír hablar. El hombre que alcanzó fama por sus críticas a la globalización, por sus agravios xenófobos y por ese peculiar instinto de animal político que demostró tener sobre todo en su Carintia adoptiva, donde era presidente regional, lejos de aquellas tierras de Alta Austria donde mamó el discurso nazi de su padre.
«¿Qué Haider ha muerto? No tengo nada que comentar», repite una vez más la octogenaria quien siendo niña le arrebataron la infancia y una herencia que ya da casi por perdida. Porque a Noemi Merhav sólo le quedan los recuerdos. Su finca judía la heredarán los hijos de su enemigo: Ulrike, de 31 años, y Cornelia, de 28. Falta saber si ellos, a diferencia de sus padres, serán capaces algún día de ajustar cuentas con el pasado.
No es la primera vez que el Bärental —como llama a este valle alpino de 6,5 kilómetros de longitud— llora la pérdida de un dueño. La primera fue en 1938, cuando la anexión de Austria al Tercer Reich. El judío rumano Giorgio Roiser, su esposa Matilde y sus tres hijos habían hecho de esta hermosa finca su hogar, adquirida allá por los años 20 del siglo pasado. Noemi, hija de Giorgio, recordaba tiempo atrás los apacibles días de juegos infantiles al amparo los Alpes. Hasta que llegaron los nazis, expropiaron la hacienda y obligaron a los Roiser a marcharse de sus tierras. Mientras la familia huía al exilio, aquel paraíso pasaba a manos del ario Wilhelm Webhofer, del partido nazi. Se sabe que pagó 300.000 marcos alemanes de entonces, una cantidad ridícula que de ningún modo correspondía al valor real de la finca.
Finalizada la II Segunda Guerra Mundial, Matilde Roiser, ya viuda, pidió que le devolvieran sus tierras. Fracasó. Ni la mediación del Congreso Mundial Judío pudo torcer el destino. Tan sólo logró recibir una compensación económica de 120.000 dólares que le fue entregada en 1954 por Wilhelm Webhofer, un tío-abuelo lejano del ultraderechista recién fallecido tras estrellar su coche contra un muro. Se murió multimillonario. Había heredado, en 1983, el Valle de los Osos, las tierras compradas, hacía 28 años, por su tío-abuelo. A pesar de la larga sombra del expolio judío —las leyes nazis prohibían a los judíos poseer tierras o inmuebles—, aquellas tierras alpinas se convierten en el santuario de los Haider. Aunque nunca hubo paz entre los antiguos dueños del Valle de los Osos y los nuevos amos ultras.
Noemi Merhav, hija de aquel judío-rumano al que los nazis le robaron la finca, jamás perdió la esperanza de recuperar las tierras de sus antepasados. Crónica la ha localizado en su casa de la ciudad norteña de Haifa (Israel). «¡Qué Haider ha muerto? No tengo nada que comentar», suelta de entrada la judía de 81 años, frágil de salud pero lúcida de mente.
LA HUIDA
La anciana, aunque intenta olvidar, no puede. «Mi padre compró aquel bosque, donde había un gran aserradero. Comerciaba con madera desde la ciudad italiana de Pisa, en la que vivíamos. Tras su muerte y ante el auge del nazismo alemán y el fascismo italiano, mi madre [Matilde Roiser] nos llevó a Israel, que entonces era Palestina bajo mandato británico…».
Con la venta de aquella madera de los Roiser, el ultraderechista Haider financió años después buena parte de su fulgurante carrera política. Pero Noemi no guarda rencor. Se siente victoriosa. No por la muerte de Haider, sino por haber sobrevivido. «Me robaron pero no me mataron. Conseguí formar una familia, trabajar y vivir en Israel. Toda una victoria contra los nazis y su plan de exterminio», remacha orgullosa la anciana desde su residencia en el Monte del Carmel. Lejos de aquella finca familiar en la que ella jugaba de pequeña, valorada en 15 millones de euros, donde hoy descansa el antisemita y xenófobo Haider.
CUMPLEAÑOS INFELIZ
Lo que más le gustaba a su esposa Claudia era hacer de anfitriona en el Valle de los Osos. Los pocos ratos que ella y Jörg pasaban juntos transcurrieron siempre en la finca de su alma, adonde Haider se dirigía el pasado sábado, 11 de octubre, en vísperas de una fiesta familiar con motivo del 90 cumpleaños de su madre, Dorothea Rupp. Iba al volante de su coche oficial. Con tres veces más alcohol en las venas de lo permitido. Lo había ingerido durante una intensa velada festiva en la discoteca El Cabaret, no muy lejos de su destino. Cuatro litros de cerveza y 142 Km/h hicieron el resto. «Se ha derrumbado el sol en Carintia», dijo uno de sus compañeros de fatigas al enterarse de su muerte.
Paradójicamente, a Haider nadie le prohibió subirse a su coche a pesar de su borrachera. Muchas voces callan pero la rumorología sigue su curso. Algunos incluso han llegado a insinuar un atentado del Mossad, los servicios secretos de Israel.
Hay silencio en el Valle de los Osos. Claudia, 51 años, administradora de la finca a la que se dirigía su difunto marido, tendrá a partir de ahora más cosas que callar. De ella se sabe que siempre ha sido muy dada a relatar la legendaria historia del valle desde el medioevo hasta nuestros días. Verdad a medias. Durante sus visitas guiadas por la finca ha omitido siempre la lúgubre penumbra del expolio. En su lugar, ha preferido destacar la «bondad» de su esposo, Haider, por mantener intacto el paraíso robado. Un barniz que ha funcionado a las mil maravillas entre la población austriaca más reaccionaria, que veía al ultra como una especie de antidepresivo. Un camaleón que cambiaba de chaqueta según le dictaba el instinto. Un día se presentaba como la encarnación de Margaret Thatcher y al siguiente como el icono de la extrema derecha europea. «No sé cómo uno puede llamarse Ariel [en referencia a Ariel Muzicant, presidente de la Comunidad Judía de Austria], teniendo tanta mierda en las manos», fue una de sus numerosas e históricas proclamas que lograron sacar a los austriacos de su letargo político. Ese era el Haider del que la anciana Noemi Nerhav no quiere oír hablar. El hombre que alcanzó fama por sus críticas a la globalización, por sus agravios xenófobos y por ese peculiar instinto de animal político que demostró tener sobre todo en su Carintia adoptiva, donde era presidente regional, lejos de aquellas tierras de Alta Austria donde mamó el discurso nazi de su padre.
«¿Qué Haider ha muerto? No tengo nada que comentar», repite una vez más la octogenaria quien siendo niña le arrebataron la infancia y una herencia que ya da casi por perdida. Porque a Noemi Merhav sólo le quedan los recuerdos. Su finca judía la heredarán los hijos de su enemigo: Ulrike, de 31 años, y Cornelia, de 28. Falta saber si ellos, a diferencia de sus padres, serán capaces algún día de ajustar cuentas con el pasado.
Siempre que muere un nazi es una buena noticia. Si además no lo hace en la cama sino demanera violenta, mejor aún. Aunque, no nos engañemos, todavía quedan muchos. Camuflados de todos los colores, lo que los hace más peligrosos.
1 comentario:
Yo también me alegré mucho cuando me enteré de que ese nazi hijo de puta de Haider había muerto. Falta mencionar en este artículo las numerosas referencias de ese bastardo en favor de los carniceros de las SS diciendo una y otra vez "eran hombres honrados que luchaban por su patria" (ya imagino qué le hubiera gustado ver a ese excremento humano: un nuevo Hitler entrando triunfal en Viena). Claro que me hubiera gustado matarlo yo mismo o me gustaría poderme creer ese verso conspiranoico de los fachos que afirman que en realidad fue el Mossad el autor de su muerte (lástima que el "Los Muchachos" del Servicio Secreto tengan que ocuparse de temas más urgentes que un líder cualquiera de la extrema derecha europea)... pero por lo menos, como tu dijiste, no murió en la cama. Aunque suene cruel, también me alegro de que su esposa sienta la pérdida, pues ella fue tan cómplice como él en los crímenes del nazismo (con la expropiación de la finca a la familia judía y el apoyo a la campaña política racista-xenófoba de su esposo). Como dice el Shir Betar: ser justo con los justos y cruel con los crueles. Esa es mi filosofía de vida.
En fin, uno menos, pero quedan muchos más... muchas más cuentas por ajustar...
Que te pudras en el infierno Haider! Si Dios existe, nos lo probó con tu muerte, asqueroso miserable! moriste como viviste: como un miserable y borracho! (nada de "honorable" como le hubiera gustado a sus seguidores)
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