Por Patricio A. Brodsky
Cuando Marx llamó a los desocupados “ejército industrial de reserva” lo hizo en un contexto en el que la desocupación era una situación transitoria de los trabajadores.
Hoy, al igual que lo ocurrido en Alemania durante la crisis de Weimar, esta situación ha pasado de transitoria a permanente generando una situación “novedosa” que daremos en llamar “desocupación estructural”.
Esta situación ha generado en nuestro país una situación inédita, la extensión de la “desocupación estructural” llevó, en los noventa, al desplazamiento definitivo hacia fuera del mercado laboral a grandes sectores poblacionales. Estos sectores, antaño pertenecientes al proletariado, han sufrido un proceso de lumpenización (desclasamiento), se han visto expulsados de un sistema de relaciones sociales establecido en los cuarenta, y visto la imposibilidad de retornar a las mismas han construido nuevas redes sociales apareciendo así, durante finales de los ‘80 y, fundamentalmente durante los ’90 una serie de nuevos actores sociales (un gran número de organizaciones sociales nucleando a los desocupados –sin empleo-).
Estos actores sociales asumieron las viejas formas del clientelismo político del peronismo clásico (a pesar de haberse desarrollado en un contexto de crisis de las viejas estructuras políticas). Por lo tanto, en relación al estado, adoptaron una actitud permanente de demanda hacia el mismo por su intervención asistencialista-clientelista. Estas estructuras se han visto reproducidas en todos los nuevos actores sociales, inclusive, como denuncia un informe televisivo del canal informativo C5N han llegado a “contaminar” a las organizaciones piqueteras de extrema izquierda, en dicho informe muestran cómo un grupo piquetero minúsculo reproduce la práctica clientelista de “contratación de manifestantes” a cambio de los planes de ayuda social del gobierno (el clientelismo político reinante en Argentina hace que los fondos de ayuda social no los maneje el estado en forma directa sino a través de la mediación de las “organizaciones sociales y territoriales” (instituciones manejadas discrecionalmente por organizaciones políticas, de esta forma es como los planes de ayuda social son manejados en forma extorsiva y clientelista por parte de las dirigencias partidarias.
La izquierda, en especial su ala más radicalizada, al mismo tiempo, viene sufriendo un proceso de creciente degradación política, ideológica y moral del cual su expresión más visible es el preocupante antisemitismo que crece entre sus integrantes. Desde las inexcusables declaraciones antisemitas de algunos de sus dirigentes hasta su accionar como “camisas pardas” contra los judíos el domingo pasado se aprecia un derrotero que los aleja cada vez más de sus objetivos declamados y los hermana con los peores antisemitas de la historia.
En nuestro país ya hemos vivido un proceso similar en los ’50 y los ’60 pero que involucró a grupos de la derecha cristiana que se fueron radicalizando y pasando de los ataques verbales a los ataques físicos yendo desde la acción católica hacia el grupo Tacuara. En aquel momento el proceso lo hizo el nacionalismo de derecha, ahora lo está haciendo el nacionalismo de izquierda. Pero el proceso, en su esencia es el mismo, la creciente radicalización antisemita de su ideología.
Esto no debe sorprendernos, ya que no hay que olvidar que el fascismo y el nazismo tienen muchos puntos en común con el izquierdismo radical; Benito Mussolini antes de fundar el movimiento fascista, fue director del periódico socialista ¡Avanti!, mientras que el nombre completo del partido nazi era Partido Obrero Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes. Ambos se consideraban partidos de trabajadores, y en cierta medida lo eran.
La crisis político-ideológica del “izquierdismo” es tan profunda como evidente. Un ejemplo de ello es la doble cobardía del “grupo de tareas” (“comando civil”) del FAS (Frente de Acción Revolucionaria) que el domingo pasado 17 de mayo durante un acto cultural organizado por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires celebrando el 61° aniversario de la creación del estado de Israel arremetió sin miramientos contra el público de dicho acto ignorando adrede la presencia de niños, mujeres y ancianos. Cobardía que luego se ve reafirmada cuando, en vez de asumir orgullosos la responsabilidad de sus “valientes” actos, intentan montar un espectáculo virtual digno de la propaganda palestina intentándose presentar ellos, incalificables e incuestionables agresores como las “inocentes” víctimas de la “furia criminal sionista”. Resulta que ellos, que fueron a provocar con volantes, pancartas y armados para la guerra a un espectáculo artístico dicen que ellos fueron los agredidos y que “solo se defendieron”.
Suponiendo que esta evidente mentira fuera cierta, de todas maneras, su presencia allí con sus materiales antisemitas es, de por sí, una provocación abierta e inadmisible. Preguntémonos cuál sería su reacción en el caso hipotético de un grupo que fuese a un acto piquetero con volantes y carteles que dijeran: “Lúmpenes: Dejen de parasitar al estado con sus prebendas y su política clientelar. Vagos: vayan a laburar y dejen de vivir de nuestro sudor transformado en impuestos.”
La propaganda de estos neonazis izquierdistas involucra la mentira. A los cargos de estos lúmpenes neonazis que atacaron tan salvajemente a las familias reunidas para festejar un acto cultural de homenaje a Israel se les debería levantar cargos por falso testimonio y por apología de la violencia. Si la justicia de este país es seria las declaraciones de estos delincuentes deberían ser tomadas con seriedad como falsosa testimonios comprometiendo aún más su situación procesal.
Un párrafo aparte lo merecen algunos medios como definen a los agresores como “manifestantes”. Con ese mismo criterio los barras bravas del futbol (hooligans) debían ser llamados “simpatizantes”. Llamar a la patota agresora “un grupo de manifestantes” tiene el mismo fundamento ideológico-discursivo que llamar “guerrillero”, “miliciano” u otro eufemismo similar a los terroristas que cometen crímenes contra civiles en Israel.
Por otro lado son estos propios grupos antisemitas quienes se encargan, mediante su propia práctica, de demostrar la negación de su propio discurso escindiendo judaísmo de sionismo; ya que mientras sostienen este discurso en el ámbito de la retórica, en la práctica realizan protestas hacia la Asociación Mutual Israelita Argentina (A.M.I.A. para quien no lo sepa), atacan a argentinos de origen judío llamándolos “ratas sionistas” (al igual que los nazis llamaban a los judíos “ratas judías”), dirigentes piqueteros que dicen "Vemos cómo nuestro pueblo se caga de hambre y la riqueza circula por estas autopistas llevando todos nuestros capitales y toda nuestra producción primaria afuera, y enriqueciendo a judíos y extranjeros. Debemos correr a patadas a judíos y extranjeros, correrlos a patadas de nuestras tierras" o se plantan en actitud amenazante como “guardia de honor” para evitar una protesta judía ante la embajada de un estado sospechado de haber participado de los dos atentados antisemitas más grandes de nuestra historia y que, además, hace de la negación del holocausto y de las amenazas a Israel su política de estado, finalmente lanzan pogromos como el del domingo pasado; esto ya lo vimos, si no se los frena con todo el peso de la ley; si no son claramente repudiados por el sistema político y marginados por completo de nuestra sociedad, pronto, lamentablemente la cosa puede pasar a mayores. Ya el propio lunes hubo que desalojar dos sinagogas en el barrio de Belgrano por amenazas de bombas. Mientras, por un lado afirman que no existe relación entre sionismo y judaísmo, por otro critican a Israel como estado confesional (judío) y por otro dirigen ataques a sujetos e instituciones judías.
Podrán afirmar lo que deseen en su retórica, el hecho concreto es que cada vez es más evidente que lo que los impulsa a actuar es un inocultable odio antisemita. Finalmente el izquierdismo terminó por consagrar un “anti-imperialismo de los imbéciles”; parafraseando a August Bebel quien ya en la década de 1870 definió al antisemitismo como el “socialismo de los imbéciles”.
Hoy, al igual que lo ocurrido en Alemania durante la crisis de Weimar, esta situación ha pasado de transitoria a permanente generando una situación “novedosa” que daremos en llamar “desocupación estructural”.
Esta situación ha generado en nuestro país una situación inédita, la extensión de la “desocupación estructural” llevó, en los noventa, al desplazamiento definitivo hacia fuera del mercado laboral a grandes sectores poblacionales. Estos sectores, antaño pertenecientes al proletariado, han sufrido un proceso de lumpenización (desclasamiento), se han visto expulsados de un sistema de relaciones sociales establecido en los cuarenta, y visto la imposibilidad de retornar a las mismas han construido nuevas redes sociales apareciendo así, durante finales de los ‘80 y, fundamentalmente durante los ’90 una serie de nuevos actores sociales (un gran número de organizaciones sociales nucleando a los desocupados –sin empleo-).
Estos actores sociales asumieron las viejas formas del clientelismo político del peronismo clásico (a pesar de haberse desarrollado en un contexto de crisis de las viejas estructuras políticas). Por lo tanto, en relación al estado, adoptaron una actitud permanente de demanda hacia el mismo por su intervención asistencialista-clientelista. Estas estructuras se han visto reproducidas en todos los nuevos actores sociales, inclusive, como denuncia un informe televisivo del canal informativo C5N han llegado a “contaminar” a las organizaciones piqueteras de extrema izquierda, en dicho informe muestran cómo un grupo piquetero minúsculo reproduce la práctica clientelista de “contratación de manifestantes” a cambio de los planes de ayuda social del gobierno (el clientelismo político reinante en Argentina hace que los fondos de ayuda social no los maneje el estado en forma directa sino a través de la mediación de las “organizaciones sociales y territoriales” (instituciones manejadas discrecionalmente por organizaciones políticas, de esta forma es como los planes de ayuda social son manejados en forma extorsiva y clientelista por parte de las dirigencias partidarias.
La izquierda, en especial su ala más radicalizada, al mismo tiempo, viene sufriendo un proceso de creciente degradación política, ideológica y moral del cual su expresión más visible es el preocupante antisemitismo que crece entre sus integrantes. Desde las inexcusables declaraciones antisemitas de algunos de sus dirigentes hasta su accionar como “camisas pardas” contra los judíos el domingo pasado se aprecia un derrotero que los aleja cada vez más de sus objetivos declamados y los hermana con los peores antisemitas de la historia.
En nuestro país ya hemos vivido un proceso similar en los ’50 y los ’60 pero que involucró a grupos de la derecha cristiana que se fueron radicalizando y pasando de los ataques verbales a los ataques físicos yendo desde la acción católica hacia el grupo Tacuara. En aquel momento el proceso lo hizo el nacionalismo de derecha, ahora lo está haciendo el nacionalismo de izquierda. Pero el proceso, en su esencia es el mismo, la creciente radicalización antisemita de su ideología.
Esto no debe sorprendernos, ya que no hay que olvidar que el fascismo y el nazismo tienen muchos puntos en común con el izquierdismo radical; Benito Mussolini antes de fundar el movimiento fascista, fue director del periódico socialista ¡Avanti!, mientras que el nombre completo del partido nazi era Partido Obrero Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes. Ambos se consideraban partidos de trabajadores, y en cierta medida lo eran.
La crisis político-ideológica del “izquierdismo” es tan profunda como evidente. Un ejemplo de ello es la doble cobardía del “grupo de tareas” (“comando civil”) del FAS (Frente de Acción Revolucionaria) que el domingo pasado 17 de mayo durante un acto cultural organizado por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires celebrando el 61° aniversario de la creación del estado de Israel arremetió sin miramientos contra el público de dicho acto ignorando adrede la presencia de niños, mujeres y ancianos. Cobardía que luego se ve reafirmada cuando, en vez de asumir orgullosos la responsabilidad de sus “valientes” actos, intentan montar un espectáculo virtual digno de la propaganda palestina intentándose presentar ellos, incalificables e incuestionables agresores como las “inocentes” víctimas de la “furia criminal sionista”. Resulta que ellos, que fueron a provocar con volantes, pancartas y armados para la guerra a un espectáculo artístico dicen que ellos fueron los agredidos y que “solo se defendieron”.
Suponiendo que esta evidente mentira fuera cierta, de todas maneras, su presencia allí con sus materiales antisemitas es, de por sí, una provocación abierta e inadmisible. Preguntémonos cuál sería su reacción en el caso hipotético de un grupo que fuese a un acto piquetero con volantes y carteles que dijeran: “Lúmpenes: Dejen de parasitar al estado con sus prebendas y su política clientelar. Vagos: vayan a laburar y dejen de vivir de nuestro sudor transformado en impuestos.”
La propaganda de estos neonazis izquierdistas involucra la mentira. A los cargos de estos lúmpenes neonazis que atacaron tan salvajemente a las familias reunidas para festejar un acto cultural de homenaje a Israel se les debería levantar cargos por falso testimonio y por apología de la violencia. Si la justicia de este país es seria las declaraciones de estos delincuentes deberían ser tomadas con seriedad como falsosa testimonios comprometiendo aún más su situación procesal.
Un párrafo aparte lo merecen algunos medios como definen a los agresores como “manifestantes”. Con ese mismo criterio los barras bravas del futbol (hooligans) debían ser llamados “simpatizantes”. Llamar a la patota agresora “un grupo de manifestantes” tiene el mismo fundamento ideológico-discursivo que llamar “guerrillero”, “miliciano” u otro eufemismo similar a los terroristas que cometen crímenes contra civiles en Israel.
Por otro lado son estos propios grupos antisemitas quienes se encargan, mediante su propia práctica, de demostrar la negación de su propio discurso escindiendo judaísmo de sionismo; ya que mientras sostienen este discurso en el ámbito de la retórica, en la práctica realizan protestas hacia la Asociación Mutual Israelita Argentina (A.M.I.A. para quien no lo sepa), atacan a argentinos de origen judío llamándolos “ratas sionistas” (al igual que los nazis llamaban a los judíos “ratas judías”), dirigentes piqueteros que dicen "Vemos cómo nuestro pueblo se caga de hambre y la riqueza circula por estas autopistas llevando todos nuestros capitales y toda nuestra producción primaria afuera, y enriqueciendo a judíos y extranjeros. Debemos correr a patadas a judíos y extranjeros, correrlos a patadas de nuestras tierras" o se plantan en actitud amenazante como “guardia de honor” para evitar una protesta judía ante la embajada de un estado sospechado de haber participado de los dos atentados antisemitas más grandes de nuestra historia y que, además, hace de la negación del holocausto y de las amenazas a Israel su política de estado, finalmente lanzan pogromos como el del domingo pasado; esto ya lo vimos, si no se los frena con todo el peso de la ley; si no son claramente repudiados por el sistema político y marginados por completo de nuestra sociedad, pronto, lamentablemente la cosa puede pasar a mayores. Ya el propio lunes hubo que desalojar dos sinagogas en el barrio de Belgrano por amenazas de bombas. Mientras, por un lado afirman que no existe relación entre sionismo y judaísmo, por otro critican a Israel como estado confesional (judío) y por otro dirigen ataques a sujetos e instituciones judías.
Podrán afirmar lo que deseen en su retórica, el hecho concreto es que cada vez es más evidente que lo que los impulsa a actuar es un inocultable odio antisemita. Finalmente el izquierdismo terminó por consagrar un “anti-imperialismo de los imbéciles”; parafraseando a August Bebel quien ya en la década de 1870 definió al antisemitismo como el “socialismo de los imbéciles”.
Fuente: www.patriciobrodky.com.ar
Reenvia: www.porisrael.org
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