'Alien', 30 años de gritos en el espacio
"En el espacio nadie puede oír tus gritos". Ese fue el perfecto eslogan publicitario de "Alien", un clásico del terror del que este lunes se cumplen 30 años de su estreno y que propulsó las carreras de su director, Ridley Scott, y de su protagonista, Sigourney Weaver.
Ganador del Oscar por sus efectos visuales, el filme generó tres secuelas a cargo de tres autores con sello propio: James Cameron en "Aliens" (1986) -de los pocos casos que se citan al desdeñar aquello de "segundas partes nunca fueron buenas"-, David Fincher en "Alien 3" (1992) y Jean-Pierre Jeunet en "Alien Resurrection" (1997).
Scott, que previamente había rodado "The Duellists" (1977), firmó justo después el hito de la ciencia ficción "Blade Runner" (1982) y más tarde se encargó de títulos tan comerciales como "Thelma & Louise" (1991), "Gladiator" (2000) o "Hannibal" (2001).
Weaver creó una de las grandes heroínas del género y le permitió trabajar en algunas de las películas más populares de los 80, como "Ghost Busters" (1984), "Gorillas in the Mist" (1988) o "Working Girl" (1988).
El director británico, con su apuesta minimalista, obró el milagro. Los 11 millones de presupuesto con los que contó obligaron a que el alienígena que da nombre a la saga apenas se viera en todo su esplendor, un recurso que ya usó Steven Spielberg cuatro años antes en "Tiburón".
Pero a cambio, Scott creó un ambiente claustrofóbico y opresivo, apoyado en la banda sonora de Jerry Goldsmith y con el simple empleo de luces y sombras, dentro de la nave espacial Nostromo, por cuyos pasillos se agolpan ecos de las obras de Joseph Conrad y de los cuentos fantasmagóricos de H.P. Lovecraft.
De vuelta a la Tierra tras una misión comercial, la tripulación debe variar su trayectoria cuando "Madre", el ordenador central, intercepta una extraña transmisión, lo que obliga por contrato a investigar su procedencia, según el guión de Dan O'Bannon. Así llegan a un planetoide desconocido y descubren que la señal procede del interior de una nave extraterrestre. Una expedición decide adentrarse en ella y se topa con un habitáculo repleto de huevos, uno de los cuales libera una criatura que se adhiere a la cara de Kane (John Hurt), que queda inconsciente y es llevado de vuelta la nave.
Ahí empieza el verdadero pánico. Primero, al descubrir que la sangre de la criatura es un potente ácido que destruye todo lo que encuentra en su camino. Después, con una de las escenas más impactantes de la historia del cine, cuando el "alien" revienta el pecho de su "huésped" y escapa.
Sin apenas armas que usar contra la criatura, la Nostromo se convierte en una cárcel para sus tripulantes, que deciden dar caza al "alien". Pero aún les aguarda otra sorpresa: cuando vuelven a cruzarse con él, se ha desarrollado y ha adquirido su imagen más terrorífica, con dientes afilados y mandíbula retráctil incluidos. En realidad, bajo ese diseño se escondía un joven nigeriano llamado Bolaji Badejo, de 2,20 metros de altura.
Ante la sucesión de muertes entre sus compañeros, la teniente Ripley (Weaver) toma el mando y descubre que el extraterrestre, diseñado por el artista suizo H.R. Giger, debía ser protegido por el androide Ash (Ian Holm) para ser inspeccionado por "Weyland-Yutani", la compañía propietaria de la Nostromo.
Finalmente Ripley logra deshacerse de la criatura, expulsada al espacio exterior, y comienza su regreso a la Tierra, pero como comprobaría años después, su batalla contra los "aliens" acababa de comenzar y en las películas siguientes hizo frente a un ejército de esos depredadores ("Aliens"), llegó a suicidarse ("Alien 3"), e incluso fue clonada ("Alien Resurrection").
A pesar de todo eso, 30 años después Weaver aún se plantea retomar el personaje que le dio la fama. "Siento que la saga aún no ha acabado para mí", dijo a Efe hace unos meses. "Ripley está viva y a salvo, espero que no acabe perdida en el espacio para siempre", afirmó.
Parece mentira que hayan pasado ya 30 años de esta obra de arte.
Ganador del Oscar por sus efectos visuales, el filme generó tres secuelas a cargo de tres autores con sello propio: James Cameron en "Aliens" (1986) -de los pocos casos que se citan al desdeñar aquello de "segundas partes nunca fueron buenas"-, David Fincher en "Alien 3" (1992) y Jean-Pierre Jeunet en "Alien Resurrection" (1997).
Scott, que previamente había rodado "The Duellists" (1977), firmó justo después el hito de la ciencia ficción "Blade Runner" (1982) y más tarde se encargó de títulos tan comerciales como "Thelma & Louise" (1991), "Gladiator" (2000) o "Hannibal" (2001).
Weaver creó una de las grandes heroínas del género y le permitió trabajar en algunas de las películas más populares de los 80, como "Ghost Busters" (1984), "Gorillas in the Mist" (1988) o "Working Girl" (1988).
El director británico, con su apuesta minimalista, obró el milagro. Los 11 millones de presupuesto con los que contó obligaron a que el alienígena que da nombre a la saga apenas se viera en todo su esplendor, un recurso que ya usó Steven Spielberg cuatro años antes en "Tiburón".
Pero a cambio, Scott creó un ambiente claustrofóbico y opresivo, apoyado en la banda sonora de Jerry Goldsmith y con el simple empleo de luces y sombras, dentro de la nave espacial Nostromo, por cuyos pasillos se agolpan ecos de las obras de Joseph Conrad y de los cuentos fantasmagóricos de H.P. Lovecraft.
De vuelta a la Tierra tras una misión comercial, la tripulación debe variar su trayectoria cuando "Madre", el ordenador central, intercepta una extraña transmisión, lo que obliga por contrato a investigar su procedencia, según el guión de Dan O'Bannon. Así llegan a un planetoide desconocido y descubren que la señal procede del interior de una nave extraterrestre. Una expedición decide adentrarse en ella y se topa con un habitáculo repleto de huevos, uno de los cuales libera una criatura que se adhiere a la cara de Kane (John Hurt), que queda inconsciente y es llevado de vuelta la nave.
Ahí empieza el verdadero pánico. Primero, al descubrir que la sangre de la criatura es un potente ácido que destruye todo lo que encuentra en su camino. Después, con una de las escenas más impactantes de la historia del cine, cuando el "alien" revienta el pecho de su "huésped" y escapa.
Sin apenas armas que usar contra la criatura, la Nostromo se convierte en una cárcel para sus tripulantes, que deciden dar caza al "alien". Pero aún les aguarda otra sorpresa: cuando vuelven a cruzarse con él, se ha desarrollado y ha adquirido su imagen más terrorífica, con dientes afilados y mandíbula retráctil incluidos. En realidad, bajo ese diseño se escondía un joven nigeriano llamado Bolaji Badejo, de 2,20 metros de altura.
Ante la sucesión de muertes entre sus compañeros, la teniente Ripley (Weaver) toma el mando y descubre que el extraterrestre, diseñado por el artista suizo H.R. Giger, debía ser protegido por el androide Ash (Ian Holm) para ser inspeccionado por "Weyland-Yutani", la compañía propietaria de la Nostromo.
Finalmente Ripley logra deshacerse de la criatura, expulsada al espacio exterior, y comienza su regreso a la Tierra, pero como comprobaría años después, su batalla contra los "aliens" acababa de comenzar y en las películas siguientes hizo frente a un ejército de esos depredadores ("Aliens"), llegó a suicidarse ("Alien 3"), e incluso fue clonada ("Alien Resurrection").
A pesar de todo eso, 30 años después Weaver aún se plantea retomar el personaje que le dio la fama. "Siento que la saga aún no ha acabado para mí", dijo a Efe hace unos meses. "Ripley está viva y a salvo, espero que no acabe perdida en el espacio para siempre", afirmó.
Parece mentira que hayan pasado ya 30 años de esta obra de arte.
1 comentario:
Los diseños de H.R. Giger para Alien, el octavo pasajero, son una verdadera obra de arte. Maravilloso y aterrador. Gracias por recordarlo Paco.
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