Die Realpolitik'
Por Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona.
Reenvia: http://www.porisrael.org/
El término, acuñado en alemán, proviene del famoso canciller prusiano Otto von Bismarck, artífice de la reunificación alemana y hombre dotado de un gran instinto pragmático. Algunos historiadores lo consideran el cerebro de la diplomacia europea y no dudan en confrontar su Realpolitik –que intentaba evitar la opción armamentística–, con la posterior Weltpolitik alemana, que conduciría al siglo XX hacia dos terroríficas guerras mundiales. Desde esta perspectiva, la Realpolitik se considera un aporte positivo a la geopolítica, no en vano escapa de las acciones armamentísticas grandilocuentes para secundar la vía de la negociación y la diplomacia.
En términos modernos, podríamos decir que George W. Bush ha sido 'Weltpolitik' y Barack Obama opta por la 'Realpolitik' bismarckiana. El caso de Irán es, en este sentido, emblemático. Después de años de enfrentamiento entre las dos administraciones, Obama ha virado la estrategia y ha optado por abrir algunos tímidos pero inequívocos canales de diálogo.
La reciente reunión informal, en Bruselas, de miembros del Gobierno iraní con funcionarios de la OTAN abona este "nuevo día" de relaciones, en expresión de Joseph Biden. La secretaria de Estado Clinton –contraria, en campaña electoral, a esta opción– se comería, así, su segundo marrón diplomático, después de su viaje triunfal por China sin acordarse de la causa de Tíbet, que tan efusivamente había defendido. Lo cual sólo nos recuerda lo que ya sabíamos: que los despachos oficiales tienen una tendencia a metamorfosear las convicciones.
Así pues, Estados Unidos y Europa se aprestan para un nuevo clima con el Gobierno de los ayatolás, el cual se permite mostrarse altivo y orgulloso. Las bondades diplomáticas de la Realpolitik, pues, se imponen para tranquilidad del planeta.
¿Tranquilidad? Como todo concepto complejo, la Realpolitik tiene doble cara, y si Bismarck la elevó a la categoría de bien diplomático, las enseñanzas y prácticas de sus antecesores Maquiavelo y Richelieu nos recuerdan que la imposición de la raison d'État no fue más que un eufemismo para anteponer los intereses de poder a las convicciones éticas. Es decir, dicho en boca de Maquiavelo, para retener el poder, es necesario actuar contra los propios principios morales. Barack Obama, entre lecturas de Lincoln o Roosevelt, debe de haber leído a Maquiavelo o a su homólogo chino, el teórico militar Sun Tzu, quien legó a la humanidad una sabia reflexión: "El supremo arte de la guerra es doblegar al enemigo sin luchar".
Sin embargo, ¿estamos en esa tesitura respecto a Irán? ¿Estamos venciendo al enemigo con sabiduría? ¿O estamos imponiendo la raison d'État a las convicciones éticas? ¿O las dos cosas?, que ambas son menos contradictorias de lo que parecen. Debe de ser todo a la vez, y todo nos lleva a una dura conclusión: que Irán ha vencido, de momento, en su demoniaco pulso con Estados Unidos, lo cual, a pesar del vociferante sentimiento antiamericano, es un desastre para la libertad. Y con ello no digo lo que no digo, que la vía militar fuera la buena, porque esa vía habría sido desastrosa.
Pero también es evidente que el mundo actual no tiene capacidad para frenar los embates de una brutal dictadura cuya capacidad militar asusta a propios y extraños. Ni la tan cacareada e inútil ONU ni la presión norteamericana han servido para que Irán frenara su carrera nuclear, para que no financiara a grupos terroristas o, incluso, para que entregara a la Interpol a los culpables del atentado terrorista que mató a decenas de personas en Buenos Aires.
Irán se ríe en nuestra cara, y mientras lo hace, se permite condenar a muerte a homosexuales, aterrorizara mujeres y perseguir a disidentes. Esa es la real Realpolitik que aplicamos, aceptar algunas monstruosidades políticas, para bien de nuestra tranquilidad. La cuestión es saber si, con Irán, Obama emulará a Bismarck o hará de Chamberlain...
Eso de la Realpolitik está muy bien cuando de conflictos entre personas, entre estados, se trata. Pero no es este el caso. Irán no es un estado que represente a personas. Irán es una teocracia formada por millones de subditos sometidos a la voluntad de dios, un dios cruel y caprichoso. Y con dios no se dialoga ni negocia. Ante ese dios, te sometes o lo matas.
Por Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona.
Reenvia: http://www.porisrael.org/
El término, acuñado en alemán, proviene del famoso canciller prusiano Otto von Bismarck, artífice de la reunificación alemana y hombre dotado de un gran instinto pragmático. Algunos historiadores lo consideran el cerebro de la diplomacia europea y no dudan en confrontar su Realpolitik –que intentaba evitar la opción armamentística–, con la posterior Weltpolitik alemana, que conduciría al siglo XX hacia dos terroríficas guerras mundiales. Desde esta perspectiva, la Realpolitik se considera un aporte positivo a la geopolítica, no en vano escapa de las acciones armamentísticas grandilocuentes para secundar la vía de la negociación y la diplomacia.
En términos modernos, podríamos decir que George W. Bush ha sido 'Weltpolitik' y Barack Obama opta por la 'Realpolitik' bismarckiana. El caso de Irán es, en este sentido, emblemático. Después de años de enfrentamiento entre las dos administraciones, Obama ha virado la estrategia y ha optado por abrir algunos tímidos pero inequívocos canales de diálogo.
La reciente reunión informal, en Bruselas, de miembros del Gobierno iraní con funcionarios de la OTAN abona este "nuevo día" de relaciones, en expresión de Joseph Biden. La secretaria de Estado Clinton –contraria, en campaña electoral, a esta opción– se comería, así, su segundo marrón diplomático, después de su viaje triunfal por China sin acordarse de la causa de Tíbet, que tan efusivamente había defendido. Lo cual sólo nos recuerda lo que ya sabíamos: que los despachos oficiales tienen una tendencia a metamorfosear las convicciones.
Así pues, Estados Unidos y Europa se aprestan para un nuevo clima con el Gobierno de los ayatolás, el cual se permite mostrarse altivo y orgulloso. Las bondades diplomáticas de la Realpolitik, pues, se imponen para tranquilidad del planeta.
¿Tranquilidad? Como todo concepto complejo, la Realpolitik tiene doble cara, y si Bismarck la elevó a la categoría de bien diplomático, las enseñanzas y prácticas de sus antecesores Maquiavelo y Richelieu nos recuerdan que la imposición de la raison d'État no fue más que un eufemismo para anteponer los intereses de poder a las convicciones éticas. Es decir, dicho en boca de Maquiavelo, para retener el poder, es necesario actuar contra los propios principios morales. Barack Obama, entre lecturas de Lincoln o Roosevelt, debe de haber leído a Maquiavelo o a su homólogo chino, el teórico militar Sun Tzu, quien legó a la humanidad una sabia reflexión: "El supremo arte de la guerra es doblegar al enemigo sin luchar".
Sin embargo, ¿estamos en esa tesitura respecto a Irán? ¿Estamos venciendo al enemigo con sabiduría? ¿O estamos imponiendo la raison d'État a las convicciones éticas? ¿O las dos cosas?, que ambas son menos contradictorias de lo que parecen. Debe de ser todo a la vez, y todo nos lleva a una dura conclusión: que Irán ha vencido, de momento, en su demoniaco pulso con Estados Unidos, lo cual, a pesar del vociferante sentimiento antiamericano, es un desastre para la libertad. Y con ello no digo lo que no digo, que la vía militar fuera la buena, porque esa vía habría sido desastrosa.
Pero también es evidente que el mundo actual no tiene capacidad para frenar los embates de una brutal dictadura cuya capacidad militar asusta a propios y extraños. Ni la tan cacareada e inútil ONU ni la presión norteamericana han servido para que Irán frenara su carrera nuclear, para que no financiara a grupos terroristas o, incluso, para que entregara a la Interpol a los culpables del atentado terrorista que mató a decenas de personas en Buenos Aires.
Irán se ríe en nuestra cara, y mientras lo hace, se permite condenar a muerte a homosexuales, aterrorizara mujeres y perseguir a disidentes. Esa es la real Realpolitik que aplicamos, aceptar algunas monstruosidades políticas, para bien de nuestra tranquilidad. La cuestión es saber si, con Irán, Obama emulará a Bismarck o hará de Chamberlain...
Eso de la Realpolitik está muy bien cuando de conflictos entre personas, entre estados, se trata. Pero no es este el caso. Irán no es un estado que represente a personas. Irán es una teocracia formada por millones de subditos sometidos a la voluntad de dios, un dios cruel y caprichoso. Y con dios no se dialoga ni negocia. Ante ese dios, te sometes o lo matas.
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