martes, 7 de abril de 2009

La Prensa del Movimiento no oculta su judeofobia

Prejuicio en blanco y negro
Por Yoav Sivan
(periodista, consultor en comunicaciones y ex coordinador de LGTB de la Unión Internacional de la Juventud Socialista. Su website es http://www.yoavsivan.com/)
Haaretz.com (http://www.haaretz.com/hasen/spages/1076226.html)
Traducción para porisrael.com: José Blumenfeld
http://www.porisrael.org/

Imagine que el Primer Ministro Español José Luis Rodríguez Zapatero confiara, exclusivamente, para su conocimiento sobre el Medio Oriente en El País, el diario insignia de su país. Durante su visita a Israel en enero, podría haber estado desconcertado cuando llegó a la capital para reuniones. ¿Qué estamos haciendo en Jerusalem podría haber preguntado.?

Realmente: El País, insistentemente se refiere a Tel Aviv como la capital de Israel. A pesar que el parlamento (Knesset) y otras instituciones nacionales tienen su sede en Jerusalem, el diario insiste en informar que “Tel Aviv decidió” o “Tel Aviv rechazó”. Para que no haya ninguna duda acerca de este prejuicio, el “recuadro de hechos” que aparece junto a cualquier historia acerca de Israel en la website de El País dice claramente “Capital: Tel Aviv”.

Esto es lo mínimo. Considérese la caricatura publicada durante la reciente campaña de Gaza, representando a una figura que dice, “Palestina pertenece a los palestinos, no a los israelíes. Los mitos hebreos son falsos, y el abuso al débil es repugnante”. Al cual un hombre judío con una nariz ganchuda le responde, “Nosotros somos el pueblo elegido por el Dios que nosotros mismos inventamos”.

El País, también, está regularmente lleno de referencias comparando a Israel con los nazis. Cuando estallaron disturbios entre judíos y árabes el último año en Acre, un artículo titulado “Acre: un intento de pogrom”, explicaba “segregación que evoca al nazismo”. El artículo, por Juan Miguel Muñoz, el corresponsal del diario en Israel, estaba amañado como un relato en el cual los judíos de Acre representaban el papel de los Nazis, mientras los árabes se convertían en judíos. Un aviso publicado en diciembre de 2008 decía: “Cada año recordamos el horror del Holocausto judío cometido por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, pero no hacemos nada acerca el genocidio que Israel está cometiendo contra el pueblo palestino”.

Las acciones de Israel no deberían estar exceptuadas del escrutinio internacional pero, dado la amplitud de las maldades de la que la Humanidad es capaz ¿por qué el vocabulario usado por el diario español para describirlo es tan marcadamente limitado?

Incluso en historias menores no relacionadas con el conflicto, El País exhibe una combinación única de suciedad y odio no apologético por Israel. Tomemos la decisión de febrero de 2008 del fiscal general de garantizar más amplios derechos de adopción para parejas del mismo sexo. Pocas historias acerca de Israel son más conducentes para ser cubiertas neutralmente – no digamos favorablemente – en España, líder en los derechos de los gay. Pero El País convirtió la normativa en un logro de una comunidad que “sufre flagrante discriminación” en un estado dominado clericalmente.

El ejemplo proveído para tal discriminación fue un relato inexacto de la marcha gay anual de Jerusalem, vista generalmente como un logro de la comunidad LGBT (lesbiana, gay, bisexual, travestí) de Israel. Entre otros ejemplos, una ilustración del ostensiblemente abuso opresivo por parte de las autoridades religiosas fue el hecho que los hospitales israelíes separan los cubiertos para lácteos y cárnicos debido a la kashrut.

Es de poco interés para El País que la comunidad LGBT de Israel ha gozado de creciente aceptación. En realidad, no todo es perfecto. Como ex miembro de la Casa Abierta de Jerusalem, que organiza la marcha gay, yo conozco las dificultades que encuentra la comunidad. Pero la situación de Israel está mucho más cerca de la perfección que la de España y Arabia Saudita.

Para ser honesto, El País no está solo. Consideremos la pieza de opinión de Antonio Gala, un altamente valorado poeta y novelista, aparecida en febrero en El Mundo, el segundo mayor diario de España en términos de circulación. Con no disimulado antisemitismo, Gala justificó los infortunios que los judíos han sufrido a lo largo de la historia. “Debido a que estas cosas ocurrieron en otras ocasiones – pogroms, guetos voluntarios o no voluntarios, exterminaciones, persecuciones, expulsiones” escribió Gala “¿No deberían ellos [los judíos] preguntarse por qué esas cosas ocurren siempre del mismo modo? ¿O el resto del mundo está equivocado?”.

Recientemente, la publicación izquierdista de Internet El Plural ofreció un análisis político comparando a Israel con la Alemania Nazi. Su título deja poco margen para el error: “La mentalidad de la exterminación de los palestinos no es diferente a la diseñada por la Alemania Nazi”.

La reciente visita del Primer Ministro Rodríguez Zapatero a Jerusalem mostró que España está deseosa de jugar un mayor papel en la región, especialmente después del cambio de gobierno en Washington. Pero el compromiso español podría no ser bienvenido en Israel a la luz de una encuesta de la última primavera del Washington’s Pew Global Attitude Project, de acuerdo con el cual el 46 % de los españoles visualizan a los judíos desfavorablemente – la más alta proporción en Europa – y debido a la superficial concepción de Israel perpetuada y agravada por el diario líder de España y al uso general en los medios de comunicación españoles de imágenes antisemitas.

Si se quiere criticar en forma efectiva, se debe tener los hechos correctos. Y si se quiere ser tomado seriamente, se necesita mostrar buena fe. Pero la malévola desatención por la verdad hace que la crítica española de Israel sea banal y que pierda asuntos importantes. Esta simplista narrativa anti israelí no representa una noble lucha por los derechos humanos, sino más bien una contaminación tanto del periodismo como de la gran democracia a la que los diarios sirven.

España, como Israel, merece algo mejor.

El diario israelí “Haaretz” descubre la ignorancia maliciosa del diario “El País” de España
Por Fernando Cohen-Sur para Guysen International News

En Israel no suelen leer (ni prestar demasiada atención) a lo que sucede en la prensa española. Quizás; y por suerte; porque no se trata de una potencia mundial a la que hay que respetar. Hace poco tiempo, Pilar Rahola en una entrevista concedida para Guysen calificaba a España como “el país mediáticamente más antisemita de Europa”. El periodista Yoan Sivan publicaba esta semana un artículo titulado “Sesgado en blanco y negro” en donde critica duramente el paupérrimo nivel periodístico del principal diario español y de su corresponsal, y su reprobable y cada vez más clara esencia judeófoba.

Leamos ahora el comentario ante esta crónica publicado por Jaime Naifleisch, uno de los 19 articulistas del libro En Defensa de Israel:

“Y finalmente alguien ha decidido leer El País de Madrid, y advertir o reconocer de qué va este medio, esta empresa (PRISA) que posee y/o sienta doctrina en buena parte de las factorías de la Plantación de Prensa sobre Soporte Papel y Electrónico (PIPISPE) en lengua castellana.

Lo de ocultar que Jerusalén es la capital de Israel, sujeto de derecho internacional; lo de genocidio que estrenara Saramago (y que sólo viera éste cuando fue con otros seis Nobel de Literatura a observar la situación tras aquella batalla de Yenin, y que negaran la ONU, Human Right´s Watch y Amnesty); lo de la banalización de la Shoá asimilando nazis y judíos, que la empresa de don Polancone hace del modo más artero: recogiendo toda la agit prop antisemita contra Israel, de fuente islamista, nazi y de las izquierdas reaccionarias, al mismo tiempo que publicando como coartada artículos sobre el genocidio nazi que estas tres fuentes niegan; lo de los perversos viñetistas que complementan las editoriales, los despachos de corresponsal, los vómitos de columnistas fóbicos... sobre todo para quienes no leen la prensa pero sí miran los dibujitos...

Todo eso que Haaretz (Yoav Sivan) señala, sólo es parte del iceberg reaccionario que esta izquierda fraudulenta levanta en el camino de la información. Del derecho a la información, que se ha convertido en una burla.

Varios autores, sobre todo Daniel Laks, se refirieron a esto en En defensa de Israel, que publicamos en 1994 merced a la pequeña editorial Certeza, de Zaragoza, ante la negativa de las grandes compañías de la PIPISPE, vinculadas a PRISA, y que acabara pasando desapercibido.

El control de la información en periódicos, radios, televisoras, distribución de libros, publicaciones oficiales subvencionadas (ayuntamientos, sindicatos, oenegés, organizaciones islamistas...), tsunamis en la internet, que desborda el reino borbónico --en todas sus lenguas-- y se derrama sobre Hispanoamérica, no tiene precedentes en castellano.

Cuando en España mandaba "la prensa del movimiento", la lengua defendía la cultura con editoriales en otros países: Argentina, Uruguay, Colombia, Venezuela, México..., igual que siempre había un espacio cuando la barbarie extrema --de gorra militar o cuello blanco-- se hacía con alguno de estos.

Hoy asistimos a la gravísima degradaciòn que representan no sólo PRISA (Felipe González entre ellos) en y desde España; Slim (y González, virrey de las empresas de bandera española y dinero árabe y mafioso, entre sus empleados) gobierna México; Chavez, asociado al jomeinista Al Manar, lo hace en Venezuela, Bolivia, Nicaragua...; el peronismo y la "patota cultural" del chavismo izquierdista reaccionario poseen la Argentina (Clarin, P/12 son parte de PRISA...)... Y no es comparable a la situación de la información en ninguna otra lengua europea, en otro país de Occidente (sí en Albania, la provincia serbia de Kosovo, y algún otro enclave de la Conferencia Islámica, o reducto del cristianismo preconciliar, como la polaca Radio Marja), donde esta ofensiva nazi-islamista --tipo Le Monde Diplomatique, The Independent, Repubblica--, tiene oposición.

El reconocimiento de que esto es así, de que las relaciones a veces óptimas de las cancillerías europeas con Israel coexisten con esta densa, sostenida y cada vez más virulenta información de las ciudadanías, con el miedo --incluso-- de los medios a disgustar a los anchos y activos segmentos mahometanos y asociados (¿una prueba?: aquél affaire de las caricaturas de Mahoma en un pequeño diario danés, que ha sido recordado por el "moderado" (¿?) Erdogan en la reunión de los 28 otánicos al oponerse a la designación del danés Rasmussen como secretario de la Alianza), trasciende el caso El País.

Lo trasciende y mucho, pone de relieve la debilidad de la cultura europea --arrasada por los fascismos, stalinismos, populismos, su desborde en el nazismo, su reciclaje en el neoliberalismo (Fini ha sido el último), y la irrupción de la nueva expansión islámica.

Muestra que el pensamiento, la crítica, la libertad no ofrecen una resistencia adecuada a los absolutistas y totalitarios de este tiempo.

Una resistencia que reúna a las personas capaces de escribir, de informar, en pluralidad, con disidencias. Desde sus convicciones liberales, conservadoras, de izquierdas ilustradas.

Personas que en esta hora tan grave sólo tienen sus webs y blogs, poquísimos sus escasos huecos en los medios oficiales de la PIPISPE, otros apenas sus listados de e-mail, para presentar sus ideas, lo que saben, lo que quieren compartir, libres de faraones, haciendo hasbará, ilustración, dialogando, sosteniendo debate... En esta semana de Pésaj, memoria de aquella gesta libertaria contra la opresión, Europa, Iberoamérica, cabe decir, carecen de una prensa libre a la altura del desafío, libre de faraones. Y no sólo por lo que hace a la guerra del Islam contra Israel, obviamente.

Hace unos años (1998), el anterior embajador de Israel en España Ehud Gold publicaba un artículo de opinión; justamente en El País; en donde sugeria realizar una investigación para observar la posible relación entre el alto nivel de judeofobía (antisemitismo) observado en España y la cobertura periodística en este país. Modestamente, sugiero una segunda investigación, en donde se estudie la relación entre el nivel periodístico de la prensa española y la calidad intelectual apreciada en la media de la población de ese mismo país.

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