Carlos ALSINA
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De regreso de Estados Unidos, el «jet lag» que amuerma al periodista no es el del desfase horario, es el desfase en el discurso político. Vienes de oír a Obama o a McCain, a Hillary o a Bobby Jindal, a Richardson o a Giuliani. Escuchas a los nuestros, y te entra la fatiga. Allí hablan para decir. Aquí cuanto más hablan, menos dicen. Allí manejan los mensajes con soltura. Aquí los ves venir desde que dan los buenos días. Los de allí respetan la gramática y cuidan la fonética. Los nuestros, esdrujulean y apenas vocalizan. Ellos saben dar respuestas cortas y aceptan de buen grado interrupciones y repreguntas. Los nuestros no dan respuestas, dan conferencias. Aquí te cuelan la consigna en cada frase. No argumentan, publicitan. No desarrollan, repiten. No persuaden, martillean. No entusiasman, hastían. Conciben las conferencias de prensa como mítines en pequeñito. Su función no es aportar información, es meterle el dedo en el ojo al adversario. En Estados Unidos la campaña electoral es larga. En España, la campaña electoral es siempre. No es «yanqui-filia» ni provincianismo. Es observación empírica. Los discursos brillantes, aquí, escasean. Cuando el escritor es bueno, el intérprete lo estropea. Incapaces de encontrar nada inspirador en el oponente, los líderes sólo aplauden al adversario cuando éste se rinde. Dicen «lealtad» cuando quieren decir «rendición». Hablan de «altura de miras» mientras miran encuestas y caen bajo. Se maravillan del discurso que hizo McCain a modo de autoepitafio político. Enorme en admitir su derrota y ponerse a disposición del nuevo presidente. Cierto es. Tan cierto como esto: nadie ha escuchado a los líderes del Partido Demócrata regodearse en el fracaso del rival ni decir a los republicanos lo que deben hacer con su partido o su estrategia. Allí se preocupan más de lo que deben hacer ellos que de lo que hace o deja de hacer el adversario. Planteemos un desafío a los nuestros. Media hora de conversación sin mencionar una sola vez ni al oponente ni al partido de enfrente. ¿Aguantarían? Ríete del «jet lag» horario. Es el «jet lag» político el que aboca a la melancolía.
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