viernes, 19 de junio de 2009

La mochila de Pilar y mi Éxodo

Con motivo de la visita de Pilar Rahola estos días a Israel para recibir la Orden del Presidente de la Universidad de Tel Aviv, Dori Lustron me manda este artículo vía Raul Vaich en el que ella habla de aquel tiempo de veinteañera cuando se colgo una mochila y vino a conocer el pais. Mucha emocion, mucho sentimiento agolpado en el corazon.

La mochila de Ein Geddi
Por Pilar Rahola

“Eran los veinte, eran cuatro libros que había leído sobre Israel, era un amor por esa tierra herida que formaba parte de mis fibras sentimentales”.

Puede que tuviera los veinte?, año más o menos. Hay edades en la vida que no tienen una percha exacta, alegres en su despiadada juventud. Eran los veinte, eran cuatro libros que había leído sobre Israel, era un amor por esa tierra herida que formaba parte de mis fibras sentimentales, amor adquirido en los años de mi infancia de padres luchadores y justos. Era una adolescencia vivida en las zonas oscuras de la dictadura de Franco, luchada más allá de la represión, deseosa de pisar los caminos ignotos de la libertad. Eran mis veinte años y una mochila, y ante mis ojos, la extraña sobriedad del horizonte azul que quería herirme y solo me acariciaba. Se abría ante mi asombro inquieto el mítico Mar Muerto, tantas veces mentado en los libros desordenados que fueron mis muchas lecturas. Se abría su belleza y su misterio, como si fuera un desmentido al mar, y sin embargo la expresión más dulce del mar. Eran mis veinte años bebiendo a sorbos cada gota de ese cuadrito azul, que no era un cuadro sino la belleza misma. Mi primer viaje a Israel, mochila al hombro, kibbutz para el descanso, todos los ojos de mis ojos comiéndose el paisaje y una ansias inmensas de saber, de escuchar, de hablar, de sentir. ¿Sentí? Tanto que aún me duele el costado al recordar la mucha emoción atropellándose por dentro, llenando mis huecos. ¿Hablé? Tanto que aún no he parado, y seguiré, porqué la mítica Eretz me hirió el alma como solo hiere un amante. ¿Escuché? Y escucho y aún escucho más, y más, siempre esperanzada de entender porqué una tierra tan bella tiene que sufrir tanto. Y sí, supe desde entonces que nunca más sería extranjera en Israel, la tierra de todas las tierras, mi tierra más allá de mi tierra, madre de todas las patrias que tengo y tendré. Porqué Israel era el inicio y el resumen de todo lo que podía amar y quería amar. Podría hablarles de la belleza hiriente del Neguev, la paz hecha horizonte y viento, y piedra seca y ocre.

Podría dibujar la mezcla de sentimientos atávicos que cualquier viajero con alma siente ante la Jerusalén vieja, ese Muro donde se lamenta el mundo, ese vía-crucis donde las miserias humanas se hacen camino, esas losas milenarias, esos dioses mirándose de reojo, esa historia que es toda la historia del mundo hecha ciudad. Podría, ¿cómo no? recitar los colores y olores y la poesía toda que se engendra en el norte israelí, su lago bíblico, sus suaves colinas, su vergel? Podría hablar del ritmo frenético de la magnífica Tel Aviv. Podría hacer lo que de este texto se espera, una breve descripción de las bellezas turísticas que Israel esconde. Y las tiene, las tiene todas, búsquenlas ustedes en las guías de los aeropuertos. Pero mi Israel, la Israel que tantas veces he visitado y siempre me ha seducido, el país al que fui y al que siempre querré volver, la tierra que más historia densa estruja en un fragmento de mapa, ese país es mucho más que una guía turística. Mucho más? Es mucho más de lo mucho que puede ofrecer al turista. Mucho más de lo mucho que tiene de historia, de piedra vieja y de mítica universal. Mucho más que sus paisajes indómitos, sus desiertos y sus lagos, sus pueblos milenarios y sus ciudades modernas. Porque Israel, la auténtica Israel, la que se clava en el alma, es toda ella un misterio, mezcla de tantas historias que la han herido, de tantos dioses que han querido dominarla, de tanta sangre derramada y, sin embargo, tanto amor derrochado. En ningún lugar del mundo encontrarán más emoción acumulada que en este trocito de la geografía, camino de los muchos caminos que recorremos buscando la libertad.

Pilar Rahola

Revista Maguen David, nº 76. México.

10/06/2004

Gentileza de Raul Vaich

Reenvia: www.porisrael.org



Soy prácticamente de la misma quinta que Pilar y, por tanto, con vivencias parecidas de aquella España franquista de nuestra adolescencia. Yo no tuve la oportunidad de visitar Israel hasta hace muy poco pero también se me enquistó muy adentro desde que era un chaval. Muchos me han preguntado el por qué de esa pasión. Como todo en la vida, hay más de un motivo pero yo recuerdo perfectamente como siendo casi un niño (en aquella época madurábamos antes) devoré Éxodo (de León Uris). Fue un libro que me impactó y me hizo desear haber estado allí para luchar hombro con hombro junto a aquellos héroes. Imaginaros como me sentí cuando apenas lo terminaba de leer, vi horrorizado la matanza de los atletas israelíes en Munich. Después vino la guerra del Yom Kippur, Entebbe,... pero el virus ya lo tenía dentro y no saldría nunca.

Recuerdo perfectamente como todos mis discos de aquella época tenían pintada en su funda una Estrella de David, y mis libros y cuadernos del instituto, y mis novelas y revistas (hasta las más guarrillas je je je) y siempre colgaba de mi cuello. Nunca tuve problemas con nadie por eso. Eran tiempos en los que por aquí no había el antisemitismo que hoy se extiende y, lo reconozco, yo era un tanto "macarrilla" así que no hubiera dudado en darle una paliza al que me hubiera provocado. Menos mal que el paso del tiempo me ha suavizado y civilizado (o no, ja ja ja)

SHALOM

2 comentarios:

Andrés dijo...

Sí, Paco. El libro Éxodo tiene ese poder. Al igual que tu, amigo Paco, quien siendo un amante de Israel desde pequeño pudiste visitar ese país recién de grande; pues yo siendo un activo judío sionista desde adolescente (15 años) leí el libro Éxodo recién en noviembre del año pasado (es decir, después de hacer mi viaje de un año en Israel llamado Shnat Ajshará para los miembros de los movimientos juveniles). Pero puedo asegurar que el libro en cuestión me impactó, me emocionó y me atrajo como si fuera la primera vez que escuchaba la palabra "Israel" o como si nunca hubiera nacido judío. ¿Quién no hubiera deseado estar al lado de Ari Ben Canaan atravesando los peligros del heroísmo en la reconstrucción del honor nacional de un pueblo sufrido? ¿quién no hubiera deseado luchar y morir junto a David Ben Ami por su amada Jerusalem? ¿quién se hubiera resistido a luchar como fiera junto al admirable Dov? ¿quién no quisiera poder conocer a una valiente mujer como Kitty Fremont o la salvaje atrevida Jordana? y lo más importante ¿quién se podría resistir a enamorarse de una chica encantadora como Karen Hansen Clement?

Paco, comprendo perfectamente lo que habrás sentido cuando leiste por primera vez aquel maravillosa novela inmortal de León Uris cuya pasión sigue perdurando hasta el día de hoy.

Pero no todo es ficción en aquella novela. Se dice que Ari Ben Canaan es la reencarnación ficcional de un pionero como Yithak Rabín. Pues durante setenta generaciones los judíos habíamos doblado la espalda e inclinado la cabeza. Habíamos sido esclavos. Pero el día en que nuestro pueblo se rebeló llegó en su máximo esplendor en aquellos tiempos. Y se renovó el alma de los nuevos hijos del pueblo hebreo. Del fondo de la podredumbre y ceniza surgió una nueva raza de hebreos, sabia, generosa y cruel, tal como se representa con la figura de Ben Canaan. Surgió una generación nueva y dio de su sangre sin tasa, sin queja, sin reserva. Y la sangre se convirtió en rocío. Rocío del heroísmo. Y el rocío descendió por las noches y besó los terrones de nuestra tierra en la montaña, en la llanura y en el valle. Todos nuestros hijos se abrevaron en él, también sin saberlo, aún sin confesarlo. Rocío del heroísmo de los rebeldes hebreos, en la clandestinidad, en el peligro, en la cárcel, en el exilio, en la cámara de torturas, en la celda de la muerte, en la batalla, en el patíbulo... bendito sea el rocío, porque su fruto es de bendición.

Anónimo dijo...

hola Paco !
como tu lo dice: cuando entra este virus... es para siempre!
estoy deseando volver otra vez a Israel...deseando un "rendez-vous" amoroso !

hasta pronto shalom.
dolores.